martes, 28 de diciembre de 2010
La década pasada en América Latina y los progresismos no equiparables: lulismo, chavismo, kirchnerismo
jueves, 23 de diciembre de 2010
Newsweek, la guerra de clases y la "construcción de imaginarios"
domingo, 19 de diciembre de 2010
Italia: la decadencia de la sinistra, conservadora y anti mercado
martes, 14 de diciembre de 2010
Macri y Villa Soldati: una chance de polarizar contra el gobierno K
sábado, 11 de diciembre de 2010
Villa Soldati: el abuso del Preámbulo de1853 y la demografía silenciada
sábado, 4 de diciembre de 2010
Wikileaks: un doble standard detrás del "Cablegate"
Pero los estadounidenses se sienten injustamente exhibidos y escarnecidos, precisamente bajo el argumento de que todo el mundo hace lo mismo pero que sólo ellos parecen ser los villanos en el imaginario maniqueo de gente como Assange. Anne Applebaum, una columnista del Washington Post, criticó el doble estándar que está detrás de esta gran operación de difusión mediática. Applebaum da en el corazón del asunto cuando señala que un funcionario iraní jamás filtraría nada a Wikileaks, porque sabe que el régimen lo torturaría y asesinaría, y que luego haría lo mismo con su familia; o que un funcionario ruso siempre puede evitar la publicación de un comentario inconveniente, simplemente censurando a los medios mediante una orden telefónica. (Por no hablar de los grupos de caza y exterminio de la ex KGB). Assange, en cambio, enfrenta como máximo la cárcel en la civilizada Suecia.
Es claramente mucho más fácil realizar este tipo de operaciones, dotadas de un aura a lo Robin Hood, contra una potencia democrática, como EEUU, que contra un régimen autoritario. En Medio Oriente poco se supo de las filtraciones que afectan a los gobiernos regionales, y que desnudan sus vinculaciones con EEUU e Israel en clave anti-iraní (“que le corten la cabeza a la serpiente”, reclamó el rey Abdullah, de Arabia Saudita, pidiendo el bombardeo de Irán cuanto antes). También se revela que los líderes árabes son muy afectos al alcohol, algo que perturbaría al público islámico. En China el bloqueo fue sencillamente total: nadie supo nada de Wikileaks. Nada de información que contamine al disciplinado pueblo chino. El mensaje de China a Washington fue por demás lacónico y categórico: arreglen este problema.
Es que para la mentalidad totalitaria todo el asunto resulta inconcebible. El control férreo de la información es central en un sistema totalitario, o incluso en uno meramente autoritario, como el de la mayoría de los países árabes. ¿Cómo pudo un simple particular hacer tanto daño? se preguntarán en Pekín, agregando seguramente que a ellos esto nunca les pasaría.
El caso Wikileaks también subraya, además de las diferencias sustantivas entre una potencia democrática y una dictatorial, que la “vieja” prensa independiente formada por empresas privadas cumple inmejorablemente la función de proveer información sensible y de alta calidad a los ciudadanos. Medios de prestigio mundial —los diarios The New York Times, The Guardian, Le Monde y El País, más la revista Der Spiegel— dieron a la filtración una excelente plataforma de expansión, pero a la vez editaron cuidadosamente el material, en acuerdo con Assange. El tópico, hoy en boga en América latina, de que los medios privados no pueden proveer información de calidad a la ciudadanía por el mero hecho de ser empresas capitalistas, se demuestra así totalmente falaz. El abismal contraste de calidad entre aquellos grandes medios privados y muchos medios estatales regionales viene a ratificar esta falacia.
lunes, 29 de noviembre de 2010
WikiLeaks: hazaña fácil contra una democracia
sábado, 27 de noviembre de 2010
Dinero. Peronismo. Dinero.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Volvió el FMI: como "diseñador" de CFK
viernes, 19 de noviembre de 2010
CFK en el 46%; el país que tendremos en el 2015
sábado, 13 de noviembre de 2010
Tea Party: lección de sentido común fiscal ante el fracaso de la receta neokeynesiana
En estos días publiqué esta columna sobre las elecciones americanas, en un intento por contrarrestar las caricaturas maniqueas y despectivas que el progresismo lanza sobre los rústicos rednecks del Tea Party, reos de haber bajado a Obama del pedestal del mito. Ocurre que esta vez los muchachos no hablan de Dios ni de células madre, ni combaten evolucionismo biológico, sino que se centran en temas como gasto público, déficit, rescates bancarios, reforma sanitaria, y ponen el dedo en la llaga sobre el error dogmático a lo Krugman, de pedir más y más gasto como única solución, cuando la receta keynesiana aplicada desde septiembre de 2008 ha demostrado sobradamente sus límites y está creando una enorme bola de nieve de deuda y déficit sin mejorar el empleo ni ningún otro índice social. Los Tea Party deben ser reconocidos como lo que son: un movimiento social de "abajo", auténtico, aunque gran parte de su "menú" pueda no gustarnos a los liberales.
A 10 días de las elecciones de medio término en EEUU se puede intentar un análisis de su significado de fondo. La primera conclusión es que la nueva era "liberal" (o sea, progresista, en el vocabulario estadounidense) que representa Obama parece haber quedado fuertemente redimensionada.
Hay que recordar que la reforma del sistema de salud querida contra viento y marea por Obama en marzo pasado, la llamada "Obamacare", fue un punto de inflexión negativo para los demócratas. Esa iniciativa, alcanzada de manera unipartidaria pese a su alcance y dimensión, le costó la banca este 2 de noviembre a muchos demócratas, como reconoció Obama al día siguiente. Es que contra lo que se piensa en el exterior, en EEUU la reforma de salud es impopular, por el alto costo fiscal que trae cuando el país ya está agobiado por la deuda pública y el déficit, y porque la tradición nacional manda que las grandes reformas deben hacerse en forma bipartidaria.
Lo que el estadounidense medio ha rechazado en estas elecciones es una suerte de religión laica del gasto público como estímulo permanente de la economía. La doctrina de Paul Krugman, la nueva era keynesiana con mucho gasto y mucho Estado ("gobierno", dicen los norteamericanos), está hoy a la defensiva en EEUU. Después de casi tres años de estímulo fiscal y de déficit disparado a las nubes, los resultados son apenas mediocres, el empleo no aparece y la herencia para las próximas décadas es pesadísima: la deuda pública llega a los 13,7 billones de dólares (sic) y sigue creciendo, y el déficit (1,3 billones en 2010) no desaparecerá por muchos años. Krugman, así como Obama y sus economistas (más moderados que el polemista de Princeton), han perdido la "batalla de las ideas" ante la opinión pública, que al ver crecer la cuenta de un plan temerario dijo con el voto "no, paren con esto". La gente del Tea Party cree honestamente que esta doctrina keynesiana radical ("hiper-liberal", se la llama en EEUU) apunta a cargar a la actividad privada, impulsora principalísima de la economía, con el gasto público de manera permanente y ya no excepcionalmente, durante una recesión. Este temor se justifica cuando se observa el planteo de mantener alto el gasto por más fuerte que sea el déficit durante años, y aún así desde tribunas influyentes se pide redoblar ese gasto. Ante este panorama, el "público de Wal Mart", como despectivamente se llama en EEUU a los trabajadores y clases medias bajas del interior —que votaron mayoritariamente a los candidatos conservadores del Tea Party—, dieron un sonoro "no" a estas recetas, impulsadas por las élites de Harvard y Nueva York. El ensayista Lee Harris desmonta lúcidamente estos tópicos —paradójicamente clasistas— del progresismo ilustrado del Este. Harris habla de una revuelta popular contra las élites, de un levantamiento de gente común que no quiere que una una minoría ilustrada la lleve de las narices.
Fuera de EEUU, la caricatura descalificante del Tea Party se observa, por ejemplo, en las columnas del novelista Carlos Fuentes, un caso de manual de este clasismo progresista que, ante un movimiento popular conservador que no cuadra con sus dogmas, sólo atina a insultarlo, en lugar de intentar analizarlo y explicarlo. Y cuando se recurre a un lenguaje descalificativo, como es esta caracterización estigmatizante de "público de Wal Mart", es que no se tienen buenas ideas a mano.
viernes, 12 de noviembre de 2010
Corrección sobre Lole y CFK, etc
miércoles, 10 de noviembre de 2010
El Lole se va del PF: porque, hoy, CFK gana cómoda
sábado, 6 de noviembre de 2010
¿Si se muere Obama asume Michelle?
domingo, 31 de octubre de 2010
Brasil: el lulismo, un fenómeno de "centrismo social"
Ante todo, y en total contraste con procesos “progresistas” radicalizados que se dan en América latina desde fines de los 90, Lula y Dilma, en su congénito pragmatismo, archivaron los proyectos del ala izquierda del PT: no se habló más, por ejemplo, del “control social” de los medios de comunicación que impulsó ese sector. Dilma, en julio pasado, eliminó toda referencia a esa medida del programa partidario y llenó de halagos a la viuda del fundador del grupo Globo. Asunto terminado.
Un caso de proyección mucho mayor y que realmente puso contra las cuerdas a Dilma, forzándola probablemente al ballottage, fue el del aborto, que los pastores evangelistas impusieron gracias a sus poderosos circuitos comunicacionales. La legalización del aborto figuraba también en el programa del PT, pero lo más comprometedor eran unas declaraciones de 2009 de Dilma en ese sentido. Después de quedarse en el 47% en la primera vuelta, otra vez salió a relucir el pragmatismo a prueba de bomba de Lula y su pupila: ella se mostró acudiendo a misa después de muchos años y aseguró de manera caterógica, mediante una carta pública, que no sólo nunca legalizaría el aborto sino que tampoco lo haría con el matrimonio gay.
El “lulismo” se muestra de esta forma como un gran poder político consensuador, pragmático y policlasista. El liderazgo carismático de Lula es expresión de una sociedad donde los conflictos no se fogonean desde el Poder Ejecutivo, todo lo contrario. Los gobernantes son elegidos para solucionar y atenuar los conflictos, no para agudizarlos y atizarlos desde el atril. El carácter de Lula es emblemático de esto: un negociador nato que siempre se presenta con una sonrisa. La técnica de la polarización constante y la confrontación con sectores elegidos como enemigos, rasgo distintivo de esos procesos regionales más o menos radicalizados, es lo opuesto al modo de hacer política de Lula. A esta idiosincracia conciliadora debe sumarse otro carácter clave del lulismo: su fuerte alianza con la economía de mercado. Cuando Lula llegó en 2003 a la presidencia su continuismo económico con las políticas de Fernando Henrique Cardoso causó el repudio de quienes ansiaban un viraje radical. Son los mismos que hoy se subieron de nuevo al carro de Lula y celebran el triunfo de Dilma, tratando de homologarlo a los “progresismos” radicales, con los que tiene diferencias sustanciales y coincidencias superficiales.
Por otro lado, el de Dilma será un período de liderazgo frío, luego del cálido populismo sentimental y carismático de Lula. Ya se vio en el estudiado discurso de triunfo de Dilma: no había ninguna multitud de militantes vivando, ella no gritaba ni improvisaba, leía serenamente un texto. Le hablaba como presidenta electa a todos los brasileños y no sólo a la base politizada del partido.
Por todo esto el lulismo puede ser visto como una suerte de reformismo social moderado, amigo de la economía de mercado y de talante casi centrista mucho antes que como otra expresión de esa izquierda populista latinomericana. Del lulismo pueden esperarse en estos cuatro años de Dilma una mayor intervención del Estado en algún sector específico de la economía, como la energía, pero también una firme lucha contra la inflación, como ya anticipó Dilma en su primer discurso como presidenta electa. Tampoco dudará en ajustar las tuercas al sector público y al sistema previsonal. Llamar a este moderado programa de gobierno “de izquierda” parece claramente exagerado.
sábado, 30 de octubre de 2010
Se viene Máximo
viernes, 29 de octubre de 2010
Lo que CFK debería hacer para ganar pero no va a hacer
jueves, 28 de octubre de 2010
La jornada del tele-velorio; el carismático post-mortem
miércoles, 27 de octubre de 2010
El operativo Néstor mártir no tiene futuro: el efecto Alfonsín no es repetible
martes, 19 de octubre de 2010
Sarkozy tiene razón
sábado, 16 de octubre de 2010
Instalando a Daniel: ¿al ballottage con Cobos?
jueves, 14 de octubre de 2010
82%: Cleto está de vuelta!
lunes, 11 de octubre de 2010
El Nobel de la Paz: solidaridad cubana y complicidad capitalista con la dictadura china
El bloqueo informativo chino sobre el Nobel a Liu fue total: ni por SMS ni por los buscadores de Internet se filtró la noticia. Ni hablar de los medios tradicionales, como diarios y TV. Sólo se enteraron los chinos en contacto con los extranjeros. Son 1.300 millones de personas sometidas a censura masiva. Fue un claro mensaje de la dictadura china: dio una demostración de cuánto poder tiene sobre la población, de hasta dónde controla el flujo de información, clave para toda dictadura. En Cuba debe haber sana envidia por esa pericia, y ya deben estar averiguando cómo lograron semejante proeza censora. Hasta la dictadura argentina fue más permeable: en 1980 los noticieros de la noche anunciaron, telegráficamente y después de horas de total silencio, el Nobel de la Paz a Pérez Esquivel. Alguien habrá convencido a los dictadores de la Junta que la noticia no se iba a poder tapar indefinidamente.
Pero en el frente ideológico opuesto al de Cuba y Chávez el Nobel a Liu plantea no pocos apuros entre los apogolistas que China tiene en “los mercados”. Aunque nadie desde allí saldrá a solidarizarse con Pekín ni mucho menos, preferirían que este Nobel hubiera ido a otra parte, bien lejos, para no “meter ruido” en una fructífera relación entre capitalismo internacional y régimen dictatorial que tantos jugosos frutos ha dado y dará. Porque es obvio, después de años y años de silencio cómplice, que en esos poderosos sectores económicos que hacen enormes negocios con los jerarcas comunistas de Pekín, no hay preocupación alguna por la democracia y las libertades más elementales, todo lo contrario: apuestan al statu quo que garantiza sus fabulosos negocios. Ellos ya se han asegurado su “seguridad jurídica” holgadamente, negociando con la cúpula comunista antes de invertir en el país. A estos inversores, el poder absoluto del Partido Comunista les asegura altos retornos, garantizándoles los bajísimos salarios que pagan a ciudadanos sometidos por una dictadura. Los sindicatos de fachada que tiene el PC chino aseguran en el terreno ese bajo costo salarial, actuando en los hechos como gendarmes de las empresas ante los trabajadores. El Partido Comunista chino es así el garante de la explotación capitalista a mayor escala jamás vista en la Historia humana.