martes, 24 de noviembre de 2009

La mediocre economía 2010-11 parece condenar definitivamente al poder K

¿Cual será el panorama económico en la segunda mitad de 2010 y en la primera de 2011? Pregunta que es capital políticamente hablando, porque de ese panorama, y no de otra cosa, dependerá el futuro político del país. De si nos liberaremos o no del régimen K en diciembre de 2011. Porque si se da una decente reactivación, la astucia de Néstor podría hacer el resto. Le podrá vender a un sector de la población que es mejor ese poco de bienestar y consumo que hacer un cambio drástico y darle el gobierno a Cobos, o un peronista no muy peronista, como Macri, o a un peronista raro e imprevisible, como Reutemann.
Pero si éste es el plan, ¿porqué el gobierno se empecina en aplastar la inversión privada, en espantarla? Sin una buena dosis de inversión, se sabe, la reactivación será floja, del orden del 2 o 3 del PBI, y eso no alcanza para bajar la altísima desocupación que sufren los sectores más pobres, golpeados por la ola de despidos en la economía informal (según El Economista, allí la desocupación creció 5 veces más que en el sector formal durante la crisis 2008-09), ni para reactivar el consumo en serio. Súmese la alta inflación, incorporada definitivamente al modelo económico, al menos desde 2006. Se sabe: la inflación golpea duro al salario real, empuja la conflictividad laboral y social, deprimer el consumo, etc. Y en el gobierno nadie tiene planes antiinflacionarios, al contrario. Recuérdese el absurdo debate de 2007, sobre "no enfríar la economía".
La respuesta a aquella pregunta , de porqué el gobierno aplasta casi a conciencia a la inversión privada, debe buscarse en la misma naturaleza del poder K. Entre 2003 y 2007, se estableció un sistema policial de vigilancia sobre el empresariado, nunca visto en democracia. Pero a la vez los que se "portaban bien" podían vivir relativamente traquilos. Y la continua expansión económica hacía el resto. Pero ahora, en su actual etapa, parece que Néstor no puede plantearse otra forma de hacer política que no sea la confrontación generalizada. Ya era así antes del 28 de junio, y desde entonces este sesgo se ha acentuado. Contemos sólo las últimas hostiliades: Clarín, Papel Prensa, Ausol, y las intervenciones en la Sigen y en la CNV, que van mucho más allá del caso Papel Prensa. En fin, sólo se salvan, en el campo empresario, los capitalistas amigos y nadie más. Morenización a fondo, en suma. Fuera de ese privilegiado círculo de amigos, solamente crecerán fuerte los sectores vinculados a ciertas exportaciones, según estiman las consultoras, pero eso no alcanza ni remotamente para lograr otro empujón como el de 2003-07, origen y fundamento de la fenomenal suerte política del kirchnerismo. Sin esos años "de oro", el kirchnerismo estaría muerto hace rato, habría perdido las presidenciales de 2007, porque nunca tuvo feeling con el grueso de la sociedad, que lo votaba solamente por aquella fortuna económica.
En resumen, todo indica, según el consenso general de los economistas, que nos espera un bienio de poco crecimiento, alta inflación, fuerte conflictividad social, más aislamiento internacional, etc. De manera que la suerte del kirchenirsmo estaría sellada. Al menos, desde la perspectiva de la economía. Que, vale recordarlo, ha sido fundamental para decidir la suerte de todos los gobiernos desde 1983 para acá, y desde antes también.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Calentamiento global: alternativas para no frenar el desarrollo de los emergentes

El calentamiento global se ha puesto en el candelero, y se viene la Conferencia de Copenhagen. Conozco algo el complejo tema, dado que al menos desde 2004-05 me he dedicado a seguirlo en las publicaciones científicas y en las de divulgación seria. Frente al radicalismo ecologista y la izquierda, que culpa de todo al capital, el calentamiento se volvió en estos años otro frente de lucha. Desgraciadamente, en el liberalismo conservador no tuvieron mejor idea que negar de plano que existiera el calentamiento, basados en precarias argumentaciones de científicos marginales y de baja calificación. Las petroleras apoyaban esa línea, pagando un fuerte lobby en Washington. Esta posición era doblemente equivocada, al menos para alguien que se considere liberal: al ser claramente falaz, llevaba a confrontar con la ciencia, que es, recordémoslo, un valioso producto de la cultura liberal. Este punto poco parecía importarles a los ultramontanos estadounidenses _y españoles_ que hasta hace muy poco seguían atacando a la comunidad científica y negando el calentamiento. Una posición que no es incoherente: los conservadores son generalmente anticientíficos, son los mismos que tratan de prohibir la enseñanza de la biología evolutiva (o sea, de la biología científica a secas) en las escuelas. Ahora, porqué estos tipos, conservadores obtusos y cristianos integristas, son asimilados al liberalismo, es algo que nunca voy a terminar de entender. Pero bueno, la acumulación abrumadora de datos de campo y pruebas terminó por acallar a este sector reaccionario. Y las multis del petróleo ya no les ponen plata. Hoy, el debate es si limitar drásticamente las emisiones de CO2, algo que lastimaría el crecimiento industrial de los países emergentes, o buscar otras alternativas mientras se va sustituyendo el petróleo con otras fuentes. El Copenhagen Consensus Center, del danés Bjorn Lomborg, intenta explorar la alternativa de la geoingeniería. Aquí va lo que escribí para el medio donde trabajo:




La cumbre de la Apec en Singapur, el fin de semana pasado, dejó dos resultados netos. El primero fue geopolítico, si se quiere: desde ahora será la cuenca del Pacifico la que decida la agenda mundial, y ya no la atlántica (EEUU-UE). Obama y Hu Jintao decidieron, con la anuencia de los demás países de la Apec, reducir la próxima cumbre de cambio climático de Copenhage a una conferencia vacía de decisiones concretas e irrevocables. Una jugada que va contra el deseo explícito de quienes, con Europa a la cabeza, habían trabajado para que en la capital danesa se llegara a un acuerdo cuantitativo, con metas vinculantes de emisión de carbono para 2050. Esto, decidieron China y EEUU, quedará para algún momento de 2010.

El otro resultado de Singapur es la limitación y cambio del contenido mismo de la conferencia de Copenhage y del debate sobre los caminos a seguir ante el cambio climático. Prácticamente, EEUU y China (los dos mayores emisores de CO2), apoyados por, entre otros, Indonesia (otro gran emisor), le han dicho al resto del mundo que los recortes son demasiado costosos en términos de crecimiento, de tajadas de PBI, y que por lo tanto resultan política y socialmente insostenibles. Los demás países emergentes piensan más o menos lo mismo.

Este planteo lleva derecho a fortalecer la opción de la llamada "geoingeniería", en desmedro de las opciones tradicionales, basadas en el recorte de las emisiones. Básicamente, la geoingeniería consiste en aplicar tecnologías a gran escala para disminuir de inmediato la temperatura media global, limitando el ingreso de radiación solar a la baja atmósfera. La inyección de dióxido de azufre en forma de aerosol (1) en la estratósfera, a imitación de lo que ocurre durante las erupciones volcánicas, es una alternativa. Otra, el lanzamiento de gotitas de agua de mar dentro de las nubes sobre el Pacífico, lo que aumentará su reflexión de la luz solar. Parece que esta última es la tecnología más prometedora y práctica: investigadores citados por el Copenhagen Consensus calculan que a un costo de 6 mil millones de dólares se evitaría la totalidad del calentamiento global de origen humano estimado para este siglo. Dato interesante si se compara con el costo de limitar el aumento de la temperatura media global a 2 grados dentro del siglo XXI mediante el recorte de emisiones de CO2: unos 40 billones de dólares, según la misma fuente. Y como los países que más crecen, por lejos, son los emergentes, como China e India, serían ellos los que tendrían que pagar esa enorme cuenta, mucho más que la ecologista Europa, que crece poco y lo hace en los servicios, no en la industria.

Así, las propuestas de la geoingeniería tienen dos ventajas sobre el planteo tradicional de recortar emisiones: primero, como se dijo, baja la temperatura global de inmediato y no a largo plazo; segundo, no afecta a las economías emergentes, que dependen de sus altas tasas de crecimiento para mejorar la calidad de vida de su población. Porque que quede claro: quienes proponen recortar drásticamente las emisiones de carbono están proponiendo que millones y millones de chinos, indios, indonesios, etc, permanezcan en la miseria para lograr esos drásticos objetivos. Este lado, el menos simpático y "progre" del ecologismo, se mantiene convenientemente oculto.

Por todo esto, en las próximas décadas, mientras se acelera el desarrollo de tecnologías alternativas a los combustibles fósiles pero a la vez se permite su uso para no frenar el desarrollo de las naciones emergentes, la geoingeniería será seguramente la mejor respuesta al calentamiento global. Mal que le pese al retrógrado integrismo ecologista, que nos querría ver a todos viviendo dentro de una escenografía medieval, en un retorno imposible al mundo anterior a la Revolución Industrial.


(1) En el original escribí "dioxido de sulfuro", por traducir a las apuradas (sulfur dioxide). Como es obvio para un estudiante de química, se trata de un compuesto que no existe.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La nostalgia totalitaria, o el anticapitalismo recidivante

Escribí el texto que sigue para una disertación que me pidieron. Creo que tiene un par de puntos de interés:


Los 20 años de la caída del Muro encontraron a la Argentina y la región padeciendo un auge de regímenes populistas autoritarios, antiliberales y retrógrados. Con Chávez arengando a sus milicias para ir a la guerra contra el imperio. Por esto la conmemoración tuvo aquí una carga ambigua. Los 20 años del Muro sorprendieron a la sociedad latinoamericana, no ocupada en consolidarse hacia el pleno desarrollo, sino, al contrario, revisando neuróticamente entre los trastos de su pasado para justificar su evidente fracaso en lograr ese objetivo. Así, en las coberturas de los medios y los analisis publicados por estos días fue posible encontrarse con la reivindicación, no tanto del socialismo real _que con sus genocidios, sus Kgb y sus Gulags resulta imposible defender, aunque ganas no falten_ sino de sus “principios”, de sus presuntos valores, en fin: de su necesidad histórica, que estaría aún vigente. De esta forma se ha comportado buena parte de la intelighentsia académica argentina. Con alguna que otra palabra de condena para el totalitarismo soviético “pour la gallerie”, pero evitando decir con todas las letras que 1989 es un hecho histórico incontestablemente libertador y democratizador. Se ha preferido teorizar el renacer del “imaginario emancipador”, entendido restrictivamente como las "alternativas al capitalismo" y nada más que eso. Se saluda tibiamente el 89, pero acto seguido se lamenta “la cancelación de los grandes relatos que construyeron el anhelo de crear un modelo alternativo a la voracidad homicida del capitalismo” (Rubén Chababo, Museo de la Memoria).
Capitalismo que es visto como "un virus en mutación", es decir, como una patología peligrosa, que construye un mundo ininteligible para los valores comunitarios, no capitalistas, lo que no deja otra alternativa que confiar en un igualmente congénito "impulso insurreccional emancipatorio, heredero de las viejas revoluciones" (Alejandro Kaufman, Comunicación UBA).
De esta forma, ante un episodio histórico que sólo puede ser evaluado como un gran avance democrático, se ha preferido negar este, su aspecto central, y replantear frente a la debacle del socialismo real una instancia "superadora" del sistema que lo sucedió. Lo que impone una hipótesis verdaderamente singular: a sólo 20 años de su triunfo, ¡el capitalismo y la democracia liberal deberían ser reemplazados por aquel sistema que destituyeron! Porque se viviría hoy una nueva etapa, que, bien vista, sería en verdad muy vieja. Por ello se llega abiertamente al extremo obsceno de plantear la reivindicación de los ideales del comunismo soviético, de sus experiencias, "de las organizaciones del socialismo real y de las democracias populares", que en todo caso sólo deben "mejorarse" respecto a sus “desviaciones”(Jorge Testero, Centro Cultural de la Cooperación. Lo de "democracias populares" se refiere, y no es broma, a las dictaduras totalitarias de tipo soviético, como la RDA).
Mediante este descomunal disparate “retro” se procura rechazar el evidente triunfo global del tándem economía de mercado-democracia liberal para intentar dejar atrás _por segunda vez en menos de un siglo, en realidad en ¡20 años! _ a esa "voracidad homicida del capitalismo". Se cae en el evidente absurdo antihistórico de querer revivir un sistema muerto, de reproponer contra toda evidencia una confrontación histórica que está cerrada, saldada.
Esta retórica ha desechado además al reformismo socialdemócrata, que valora los hechos de 1989 como la derrota del totalitarismo y una instancia de libertad para los pueblos antes sometidos al comunismo, pero sin renunciar a marcar, siempre desde esa perspectiva socialdemócrata, los abusos del mercado y sus inequidades. Pero en estos años la izquierda socialdemócrata ha perdido casi todas sus posiciones en la región, en paralelo con el crecimiento del autoritarismo populista. Este lamentable retroceso se ha dado tanto en el nivel gubernamental y político como en el de la enseñanza superior. Vale recordar la experiencia del Club de Cultura Socialista en los 80. El Club cerró en pleno 2008, y poco después fue reabierto, pero bajo la impronta de los socialistas K y Carta Abierta.
Se le niega, entonces, al 1989 todo carácter revolucionario, democrático y emancipador. Es que revolución hay una sola, emancipación hay una sola, y van en sentido contrario a la gesta de Berlín, aunque generen monstruos y Gulags repetidamente, vaya a saberse porqué (es este un verdadero punto ciego del anticapitalismo: se llega, como mucho, a lamentar las aberraciones dictatoriales del socialismo real, pero no se pasa nunca seriamente a estudiar sus causas).
Afortunadamente para los verdaderos demócratas, este curioso fenómeno de anticapitalismo recidivante debe tomarse mucho más como un síntoma de un sector minoritario que como alternativa política seria. En todo caso, y en el limitado marco latinoamericano, puede dar como mucho un Chávez, un Evo, nunca otro Stalin, dado que no existe como alternativa en los países y regiones del mundo que marcan la tendencia de la época. En Europa, por ejemplo, este anticapitalismo duro se presenta en sectores anquilosados y marginales, como los ancianos nostálgicos de la RDA, los jóvenes anarquistas okupas y black bloc, etc. Sin embargo, es evidente que en América latina esta ideología retrógrada aparece con mayor protagonismo a partir de los años 2000, tanto en el campo político, con el auge de los autoritarismos populistas, como en el de la opinión académica.
Al menos en Argentina, el fenómeno anticapitalista se explica en buena parte como una mala sublimación de la frustración experimentada por las clases medias postergadas, que vieron cómo sufrían en estas últimas décadas una movilidad social descendente. Y que canalizan en este anticapitalismo primario su resentimiento social contra un "sistema" que sienten los ha traicionado. La crisis de las clases medias, fenómeno que en Argentina alcanza características extremas por el gran retroceso relativo que experimentó el país en los últimos decenios, es entonces el caldo donde se cocina este neurótico revival anticapitalista sin destino.
Sin destino porque, como se dijo, el anticapitalismo no tiene fuerza alguna en las regiones que hoy protagonizan la globalización, ocupadas como están en aplicar el capitalismo y no en combatirlo. Además de Europa y EEUU, es el caso de gran parte de Asia (China e India, ante todo, pero también Taiwan, Corea, Tailandia, Singapur, Indonesia, Filipinas, Malasia, Vietnam, etc, donde surgen como hongos las canchas de golf y los campus universitarios privados. América latina, con sus Chávez y sus Evos, con sus intelectuales liliputienses, ha elegido en cambio quedarse mayoritariamente al margen de esta corriente principal de la historia, lamiéndose sus heridas, recientes y antiguas, reales e imaginarias. Y en el nuevo mapa económico que ha conformado la globalización, surgida de aquel histórico 1989, América latina está claramente en segundo plano, en su rol de proveedora de forrajes y otras commodities a los grandes protagonistas de la época. Los países asiáticos atrasados, casi todos los africanos y casi toda América latina forman el contrapeso o contracara de las regiones más dinámicas y avanzadas. Como el integrismo islámico dominante en las regiones premodernas de Asia, los regímenes populistas antimercado que se dan en América latina pueden ser un problema serio, un inconveniente considerable, pero nunca una alternativa superadora al modelo claramente ganador del capitalismo globalizado, de las democracias de mercado. De nuevo, este fenómeno puede producir como mucho un Chávez, nunca un nuevo Mao o un nuevo Stalin. Los 20 años de la caída del Muro sirven entonces para corroborar el triunfo de la democracia liberal y del mercado, mucho antes que para celebrar el temible retorno de los "grandes relatos" que dieron lugar a los peores totalitarismos y genocidios del siglo XX.

jueves, 5 de noviembre de 2009

La peor herencia K: una sociedad civil nacional-populista

Conviene ir pensando en la Argentina postK. En ponerse mentalmente en el escenario nacional de enero de 2012. Supongamos, de manera del todo gratuita, que la economía no estará por entonces tan mal como se teme. Que la transición se hizo relativamente bien, sin traumas, que Néstor y toda su banda están tranquilos y mansos en el Calafate, disfrutando su fortuna, pero neutralizados políticamente. Agreguemos otro largo etcétera de suposiciones gratuitas y arriesgadas. Bien, ¿cuál sería en ese escenario optimista el legado K? Me temo que será peor que el que dejaría una mera crisis económica: la hegemonía cultural de la sociedad civil, o de buena parte de ella, por la izquierda castro-chavista-peronista. Me explico: esta izquierda ya tiene el control de buena parte del aparato culural y educativo superior, básicamente las universidades estatales, desde antes de la era K. Pero ahora está ocupando la educación media y primaria con su discurso simplista, emotivo y contagioso. Esta retórica nacional-populista, mixtura de peronismo e historiografía de izquierda, tiene estos atributos emocionales, que la hacen contagiosa. A diferencia del marxismo culto, el de Marx y su larga lista de herederos académicos, esta gente no tiene reparos en practicar el populismo más frontal. Y este hace palanca en mecanismos difíciles de contrarrestar con la argumentación racional. Si se le dice desde la autoridad de la cátedra a un chico de 14 años que su país es víctima de un sistema internacional injusto, que si hay pobres es por exclusiva culpa de ese sistema perverso que se llama capitalismo internacional, se está haciendo educación en el sentido más profundo del término. O sea, no transfiriendo meros conocimientos sino inculcando valores. Y la izquierda argentina bajo el kirchnerato se ha puesto a toda máquina a ocupar estos espacios educativos y mediáticos y a inculcar estos valores antiliberales y antirrepublicanos. Tareas que tienen un grado alto de éxito. Porque ser de izquierda populista otorga una suerte de renta moral o psicológica, que pone al sujeto en el bando moralmente correcto, moralmente superior. Como se coloca automáticamente contra la realidad social vigente, que corre por cuenta y cargo del capitalismo, el sujeto beneficiario de esta renta recibe un enorme alivio: él no es parte ni cómplice, por más que su situación individual sea eventualmente privilegiada, del sistema social que genera, aparentemente pero indudablemente para él, esa escandalosa miseria, esas inequidades. Cierto es que estos mecanismos psicológicos y retóricos también existían desde muchísimo antes del kirchnerismo, como es obvio. Pero en estos años han hecho palanca con el Estado, que les ha dado espacios institucionales que estos sectores nunca antes habían tenido a su disposición. La educación media, por caso. Además de un espacio en los medios de comunicación creciente, de la mano de la actitud empresaria de abandonar la línea editorial en función demagógica.
Así, el tándem medios-educación media está resultado en la conformación de un nuevo sentido común progresista, como también ya se ha apuntado en este blog. Y como todo sentido común una de las cosas que hace eficazmente es acotar los márgenes de discusión. En este caso, la discusión se recorta en modo apriorístico en favor de la izquierda: todo lo que se tacha de "derecha" es rechazado con gesto de escándalo moral y no puede entrar en consideración. La conveniencia objetiva del mercado es un caso ejemplar. ¿Alguien se imagina a un chico del último año de la secundaria defendiendo la economía de mercado en un trabajo de ciencias sociales? En suma, ese poderoso sistema de valores comunes que es el sentido común ha cambiado en pocos años en favor de la izquierda populista, que se presenta como inapelablemente superior, no el plano de la factibilidad, que en toda construcción épica debe ser adverso per se, sino en el de la ética. Frente al egoísmo del capitalista y su ley de la selva, la solidaridad entre iguales. Frente a figuras que ya resultan repudiables en su estética (el yuppie, la City, Puerto Madero, etc), el "militante social", el indigenista que enfrenta al terrateniente y sus matones, el obrero de Terrabusi, etc. ¿Quién dudaría en identificarse, inmediata y perdurablemente, con los segundos, con los "débiles"? En este sentido la estrategia gramsciana de búsqueda de la hegemonía es hoy diferente y mucho más exitosa y perdurable de la aplicada en los 70, al menos en el nivel de la clase media universitaria. En lugar de la pesadez de Lenin, la baratura ligera de la historiografía nacional K. Nada de complejizar, todo lo contrario. Como en una campaña publicitaria. Porque, literalmente, de eso se trata. No se construye una nueva hegemonía cultural, un nuevo sentido común, con el abstruso neohegeliano Marx, quien fracasó en esto aún cuando Marta Harnecker intentó vulgarizarlo todo lo posible. Este cambio de estrategia cultural coincide con el cambio de objetivos: no ya la revolución y la lucha de clases sino, mucho más modestamente, Chávez. Evo en lugar de la Revolución cubana. Menuda reducción de objetivos, pero todo vale si el proyecto de fondo sigue en pie y no solo esto sino que da grandes pasos adelante. Y pensar que hace apenas 20 años se derrumbaba la RDA y caía el Muro.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Honduras y las desventajas de la "derecha"

Se repiten las ya eternas desventajas de la "derecha": el chavismo-castrimo-kirchnerismo puede a la vez poner el grito en el cielo por el golpe de Honduras y revindicar el golpe de 1992 de Chávez como una jornada épica sin que nadie le diga nada. Y apoyar dictaduras brutales, como la de Irán, también sin caer fulminada en el ágora multimedial. La "derecha", en cambio, no puede hacer nada parecido. Si siquiera se soñara con reividicar, parcialmente y recortadamente, digamos, "algo" del Proceso, (pero no se me ocurre nada, ni como ejemplo hipotético) sería llevada a los tribunales, previa paliza mediática (que, aclaremos, sería merecida). El mejor y último ejemplo de esta asimetría es, como dijimos, Honduras: los demócratas "burgueses" deben condenar sin peros y en toda la línea el golpe de Micheletti. La izquierda castro-chavista hasta impuso el vocabulario de este episodio a todos (gobierno de facto, resistencia popular, etc), pero a la vez milita por el proyecto hegemónico y teleguiado por Chávez de Zelaya, que es igualmente inconstitucional y de trasfondo autoritario. Pero aquí no hay condena, al contrario, hay apología a la luz del día. Y, de nuevo, se hace la publicitación descarada de procesos claramente autoritarios y violatorios de las constituciones, como el que lleva adelante Ortega en Nicaragua. A propósito: la policía sandinista acaba de moler a palos y detener arbitrariamente a una dirigente de derechos humanos. De nuevo, hubo un oprobioso silencio de los "organismos" argentinos y regionales. Lo increíble es que los de la izquierda castro-chavista no solamente no se sienten a la defensiva frente a maniobras como la última de Ortega, que habilitó su reelección de manera escandalosa, sino que las defienden casi con enojo. La izquierda juega así, de nuevo y como siempre, con cartas marcadas. Aprovecha hasta el último jugo las ventajas del republicanismo burgués, al que íntimamente, y no tan íntimamente, repudia con toda su alma. A la espera de que pueda voltearlo con un golpe, perdón, con una revolución. Un putsch, bah, como el de los bolchevicques de Lenin, contra los pobres y mayoritarios "menches". O como el golpe de Chávez contra el socialdemócrata Pérez. O bien van por un golpe por etapas, como el de Evo en Bolivia, el de Correa en Ecuador, el ya citado de Ortega en Nicaragua. En fin, todo vale cuando se trata de hacer avanzar la causa revolucionaria contra el capital.

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En Europa esta batalla tiene otro protagonista. Allí "la derecha" enfrenta al islam radical, y aún cuando lo haga con sólidos argumentos, es llevada a los tribunales, como ocurrió en Francia y Holanda. La persecución es implacable y a la vista de todos. Es el caso de la heroica Ayaan Hirsi Ali, a quien Holanda, atemorizada por los miles de extremistas islámicos que habitan allí, le soltó la mano de manera infame y cobarde. Las simpatías de idiota útil del progresismo europeo con el islam radical, al que se prodiga por darle todas las facilidades posibles para que crezca como el huevo de la serpiente en el corazón de Europa, indican no solo idiotez. Hay, al menos en un número alto de casos, una buena dosis de perversión y rencor. Se apuesta a que los barbudos hagan lo que no pudo hacer la izquierda revolucionaria surgida del 68. El caso del viejo Roger Garaudy, su conversión del comunismo más ortodoxo al islamismo, sirve ejemplarmente para ilustrar esta conducta perversa y resentida. Si no pudimos ganar nosotros e instalar el Gulag y la KGB en Francia, que prueben ellos. Mucha izquierda académica, húerfana de proyecto político real, y nutrida con Szizek, Negri y Laclau, "razona" de manera similar. Después están, claro está, los idiotas útiles puros. Los pacifistas liberales. Pero en este caso hay simple idiotez, no mala fe. Síndrome de campus de New England, no perversión a la francesa.