domingo, 28 de diciembre de 2008

Signo de los tiempos: el fin de una micro-dictadura en Rosario

Este es un caso de recuperación de la democracia, pero a pequeña escala. No se trata de un país, ni de una ciudad, sino de un club: Ñuls (Newell's Old Boys). Después de 14 años sin elecciones y bajo un régimen mafioso-terrorista, la conjunción del deterioro de la gestión, de sus vínculos con los distintos estamentos del poder, y el cambio de signo politico en el gobierno de Santa Fe, lograron sacar a Eduardo J. López del club. Una épica democrática a nivel de club futbolero, no por eso menos significativa. Un buen ejemplo de cómo la sociedad civil, cuando se despierta, puede. Porque hasta ese domingo histórico del 14 de diciembre López parecía invencible. Incluso ese mismo día la mayoría no daba un peso por la oposición. Pero con el correr de las horas se supo que habían votado mucha más opositores que oficialistas. Se confirmó en el escrutinio: López, que siempre se había presentado como el que popularizó a un club de clase media del centro llevándolo a los barrios, apenas juntó dos mil votos, la mitad de su rival, Lorente. El club que dejó está vaciado y devastado, como se sabe. En los 80 y primeros 90, Ñuls era un club de excelencia, con las mejores inferiores del país, y además cumplía un importante rol como centro de actividad social, con decenas de deportes amateur para chicos y adolescentes. López no dejó uno. Además barrió con las piletas y los asadores. Si un chico se destacaba en las inferiores, el padre tenía que llevárselo o acordar con la barra, que así se hizo dueña de los pases de muchos jugadores. Luego obligaba a hacerlos jugar al técnico de turno para cotizarlos. El viejo Griffa dice que nunca en estos 14 años pudo ver un partido de Ñuls, ni por televisión. A la cancha no quería ni tampoco podía ir: tenía prohibida la entrada por López. Desde abril estará nuevamente a cargo de las inferiores.
Una trama densa de complicidades institucionales, policiales y de criminales marginales hizo posible esta dictadura. El Ñuls de López fue por esto un caso único en el fútbol argentino. Ni Racing ni Central llegaron tan lejos en su degradación. López, se asegura en Rosario, es radical. Lo cierto es que su largo dominio de Ñuls coincidió con el aún más largo del PJ en Santa Fe. "Esto (por la derrota electoral de López) con Obeid no pasaba, te lo aseguro", me comentó un amigo que es profundo conocedor del paño pejotista. Es que, aunque con muchos matices y temores, las instancias institucionales esta vez no hicieron la vista gorda. La Ispección de Justicia disolvió la junta electoral de López y puso cuatro interventores. Previamente, un juez civil se animó y ordenó hacer las elecciones, contra el parecer del mafioso. Un parecer que hasta hace poco era sacrosanto. Ni hablar de la policía, que obedecía sus deseos metódicamente, dejando que sus patotas molieran a palos a los chicos que protestaban en la cancha, y lejos de ella también. Esto pasó durante sus 14 años, sin que ningún matón fuera preso. Ni uno. En los últimos meses, cuando se consolidó la oposición, el dominio terrorista se redujo y se circunscribió a la cancha y su zona: ahí los barras "marcaban" a los opositores y los mataban a trompadas. Sin que la policía moviera un dedo, como siempre. Pero el domingo de las elecciones, bajo presión del gobierno de Binner, la cana actuó correctamente y garantizó la seguridad de la elección. López estaba perdido: no podía enfrentar una elección medianamente limpia y lo sabía. Para que pasara esto debieron sumarse varias decisiones colectivas: la sociedad santafesina decidió sacar al PJ del gobierno provincial en 2007, ante todo. Segundo, y en este clima de fin de régimen PJ-K, de "ahora se puede", una parte importante de la sociedad rosarina repitió la gesta a pequeña escala en Ñuls. Bien hecho. Ahora vamos por el 2009 y el 2011. No en Ñuls, claro, sino en el país.

viernes, 5 de diciembre de 2008

El efímero retorno de la pequeña burguesía radicalizada

Junto con el kirchenirsmo llega a su rápido ocaso la remake del setentismo impulsada desde el gobierno y apoyada por una intelligentsia nostálgica, avejentada y estéril.

La obsesiva invocación del setentismo por parte del universo K es a la vez una cobertura retórica rápidamente creada ad hoc por N y CFK en 2003 y un fenómeno sociocultural. Porque, más allá del evidente oportunismo de Néstor y su compañera de militancia y de fortuna, es evidente que todo un sector "compró" esta proposición, aún sabiendo de su precaria calidad. Había una necesidad compulsiva de creer, de poder decir "volvimos". El retorno setentista tiene todos los visos de una remake de provincias, tardía y precaria, hecha con poco presupuesto y malos actores. No por falta de dinero, claro, sino por falta de ideas, valores, articulación comunicacional, referentes; en suma, de una cultura de izquierda radical lozana y proponible. En los 70, el fenómeno de la radicalzación revolucionaria fue protagonizado casi al 100% por las clases medias. No fue un fenómeno proletario, pero sí tuvo masividad en las clases medias. Hoy no sale del círculo de los iniciados. Esto se aprecia claramente al estudiar el peronismo setentista. A la JUP de la Tendencia la conformaban militantes de carreras como Ingeniería, Medicina, Derecho, es decir, las masivas, no era sólo cuestión de Filosofía y Letras y Sociales (al contrario: estas carreras eran dominadas por la izquierda marxista, muy activa en lo cultural pero siempre minoritaria políticamente).
La actual radicalización pequeñoburguesa neoperonista no tiene ni por asomo aquella masividad a la que remite constantemente la evocación oficial. Se limita a los "aparatos", como La Cámpora, al ambiente de la intelectualidad universitaria, a algunos medios y no mucho más. Otro problema evidente es que este sector hoy no cuenta ni por asomo con un Paco Urondo, un Walsh, ni ninguna figura apenas brillante, que tenga menos de 35-40 años. Se repiten así las firmas y los rostros avejentados de aquel entonces: los sobrevivientes, con toda su carga nostálgica y rencorosa. Carta Abierta, el Perro Verbitsky, Hebe de Bonafini. Si se ven caras jóvenes es de "cuadros" del kirchnerismo de dudosíma calidad intelectual (Máximo K y La Cámpora, el temible hijo de Carlotto). Este bajón de nivel no es casual. Por un lado es parte de la época. Los estándares dominantes en la UBA de los primeros 70, por caso, dejarían afuera a casi todos los chicos que militan en sus actuales centros de estudiantes. Pero también es un hecho que la izquierda no tiene "baterías" para sostener ninguna Kulturkampf, ni soñar con hegemonías gramscianas. Fenómenos como el del Centro Editor de América Latina y tantos otros de aquellos años son por eso irrepetibles. No se pasa así de sumar a Canal 7 y los demás medios estatales, Página 12 y poco más que eso. Después están, como siempre, las Academias estatales, pero ya se señaló con qué caída de calidad y falta de ideas nuevas.
La razón de fondo de este fracaso apenas encubierto es, creo, que hoy las reivindicaciones sociales y culturales, terreno por definición de la izquierda, ya no van en el sentido de buscar un cambio total y cataclísmico de la realidad social-histórica, con un plan de acoso y derribo del capitalismo. En los países centrales los reclamos son menos ambiciosos y con fuerte identidad grupal: los gay, el feminismo, los ambientalistas, los trabajadores precarios, etc. En esos países la izquierda radical tuvo un renacimiento como reacción a la globalización, pero ese fenómeno (Seattle 2001) ya se asentó y muestra sus clarísimos límites. Ahora, gracias a la crisis financiera, tiene chances de renacer, pero en todo caso tampoco allí hay una generación de intelectuales de categoría que aporte un marco teórico novedoso y a la vez políticamente revolucionario. Algunos viejos, como Vattimo, se quieren engañar a sí mismos con América latina, simulando esperanzarse con Chávez y Evo. Una impostura crepuscular, un radicalismo senil que no atrae ni entusiasma a nadie. En cuanto a las expectativas locales o regionales, también las izquierdas populistas surgidas del fermento de la globalización y los 90 muestran signos de agotamiento, a comenzar por su figura principal, Chávez, en pleno retroceso.
Con CFK en profunda crisis y dando golpes de timón a la desesperada, la pequeña burguesía radicalizada vio en el acuerdo de los K con Aldo Rico y, más en general, con el pejotismo bonaerense, la oportunidad ideal para el esperado distanciamiento crítico. Se vuelve así al otracismo de siempre. A los libros, a la facultad, a las vacaciones con un matrimonio amigo en Gesell, al analista, a la lectura del último maitre á penser salido de la inagotable factoría cultural francesa. Por esto en estos círculos la actual crisis financiera internacional no se vive con expectativas ni entusiasmo. Apenas se la ve pasar. En toco caso, y muy pequeñoburguesamente, se temen sus efectos sobre la propia cotidianidad y no mucho más.