jueves, 23 de diciembre de 2010

Newsweek, la guerra de clases y la "construcción de imaginarios"

La última Newsweek argentina trae una nota sobre la toma de tierras, "La mirada del miedo". El problema central, dice el autor, es el déficit de vivienda (no la masiva inmigración que recibe la Cap. Fed., que ni siquiera se menciona), una "problemática no resuelta" que "fue sin embargo relacionada con otros relatos: la inflación y la "inseguridad". Así que la inflación es "un relato", ni hablar de la "inseguridad". Y el problema inmigratorio ni tan siquiera existe como "relato". Pero ahora viene lo mejor: el rechazo a los ocupantes abusivos "no surge de un estudio sociológico, sino de una construcción imaginaria sobre el otro", explica un figurón de la Flacso y la UBA, Luis Quevedo. Esos "otros", imaginariamente construidos, son "los extranjeros (así que el "relato" del exceso inmigratorio es, también él, "imaginario"), los vagos, los que quieren planes sociales: no son "vecinos", y el vecino "legal" (la legalidad también se pone entre comillas, relativizando así la distancia jurídica entre un ocupante ilegal y un vecino a secas) lo cuestiona en todo momento". Quevedo, según lo glosa la revista, agrega que existe una "enorme capacidad de los medios hegemónicos para alimentar y fomentar o producir esos imaginarios". De manera que si las clases medias bajas y bajas viven en permanente guerra de clases con los marginales de las villas es producto de los "medios hegemónicos" y de su perversa capacidad para "producir imaginarios". O, más allá de los medios, de esa "construcción imaginaria del otro". Como bien deberían saber la Flacso y la UBA, las tensiones entre clases sociales vecinas se dan desde el fondo de los tiempos, mucho antes de que hubiera medios, y se nutren y surgen de conflictos para nada imaginarios, todo lo contrario, contundentemente materiales (la tierra y la vivienda, nada menos). Contra esta materialidad, la estrategia de la izquierda académica es sobredimensionar el componente "construcción del otro", por sobre y contra los datos materiales, reales e inmediatos. Se toma arbitrariamente, o se trafica, el concepto de imaginario al parecer de la tópica de Lacan de los tres registros del psiquismo (real, imaginario, simbólico). El odio de la pequeña burguesía (para expresarnos de manera marxista-leninista) hacia las "clases bajas" es ancestral, secular, y estalla en períodos de crisis. En Argentina, gracias al surgimiento de las villas de emergencia a partir de los años 50, esa convivencia de clases ha sido y es particularmente mala, pésima: ha dado origen a todo un repertorio del odio, que gira alrededor del término "negros", etnia que paradójicamente casi no registra existencia en la Argentina. Empero, a estos "imaginarios" no los construyen los medios, y de hecho no son nada imaginarios: están, estas imágenes agonistas o confrontacionales del adversario social, salpicadas de descalificativos, como el de "negros", pero también se ven directamente fundadas en la experiencia más cruda y directa: robos, apropiaciones de tierras de esparcimiento, como en Soldati, amenazas de todo tipo, temor a ver invadidas sus casas, etc. La noción de "imaginario", así como la de "relato", es propia del arsenal teórico de la izquierda académica, pero resulta de una debilidad empírica monumental, al punto que resulta hasta disfuncional para analizar estos casos de conflicto social agudo. Esos conceptos apuntan a un fuerte relativismo cognitivo. La idea de fondo es que la sociedad capitalista inyecta en sus ciudadanos tópicos fóbicos que les ocultan la estructura injusta y violenta de la sociedad de clases, de la que son a la vez integrantes y víctimas. Pero, como dijimos, Todo esto resulta, confrontado con los hechos, débil y forzado. Por ej., en el caso de V. Soldati y Lugano y de mil sitios más, esta imagen del adversario, _no el "imaginario"_, que se hace el vecino sobre el marginal que lo asedia no tiene casi nada de "imaginario": esa imagen es directa, apenas mediatizada por el sujeto, está construida con sustancia real casi al 100%. El agregado "imaginario" es mínimo, y tiene que ver, en esa vieja relación de vecindad-odio, con lo más visible y cargado de negatividad para el sujeto: la raza. Se habla de "los negros" para acentuar la diferencia racial entre los vecinos establecidos legalmente, que son mayormente descendientes de inmigrantes europeos, y los villeros, que como es evidente no son negros, sino indígenas o mestizos. La mediación del "relato", del "imaginario", es aquí casi nula. Porque esta realidad de la convivencia forzada con la villa es demasiado contundente, abrumadora, se "le viene encima", al sujeto que la padece. Nadie, en esos sectores vecinos a las villas, ha dejado de sufrir asaltos callejeros; nadie tiene un hijo que no haya padecido ese mismo trauma: así que esta experiencia no tiene nada de construida ni de imaginaria. Es cierto que la experiencia humana, al estar constituida o atravesada por el lenguaje, tiene por esto un componente lábil, ambiguo, imaginario, si se quiere. Pero esta relativa labilidad de la experiencia es absolutizada por los teóricos sociales en boga, a los fines que se dijo. A los vecinos de Soldati les basta levantar la vista desde la ventana de su casa para encontrar en lo real todos esos datos que Quevedo enuncia como parte de un "imaginario", o sea, construidos como integrantes de un repertorio de disvalores más o menos míticos. Por esa inmediatez contundente con la realidad de las villas y los villeros, no existe capacidad de mistificación, que es eso al fin de cuentas lo que se señala con la noción de "construcción de imaginarios". Efectivamente, realmente, esos ocupantes ilegales de Soldati o Lugano son en gran parte extranjeros; efectivamente, usufructúan de planes sociales de manera crónica y generalizada; efectivamente, no están integrados al mundo del trabajo en grandísima medida. Todas esas señas, entonces, surgen de la situación social y económica objetiva, material e inmediata, y no de ningún "imaginario", que sería además "producido por los medios hegemónicos", según pontifican Newsweek, la Flacso y la UBA. Basta salir de la burbuja académica y mediática progresista y poner atención, como cronista o sociólogo de campo, en lo que sucede en Lugano para darse cuenta del fenomenal forzamiento conceptual que ejercita esta izquierda académica, y que los medios del régimen K (¿cómo llamarlo si no, a estas alturas?) toman de manera oportunista, y un poco al voleo. Claro que así son los resultados que alcanzan: este discurso, por ser tan ficticio, autorreferencial y alejado de la vida real del público, no tiene eco alguno, pese a que desde hace años y años los medios del Estado y del costoso grupo Spolski lo repiten al infinito. Al contrario, desde Villa Soldati para acá, su reiteración tiene efectos francamente adversos para el régimen K. De hecho, la nota que cito de Newsweek es de apenas de una página, de ningún modo "la nota de tapa" ni nada parecido.
Un último apunte sobre la Newsweek argentina de Spolski. La revista está tapada de avisos de alto target: autos, motos, relojes Longines. Está claro que el lector de Newsweek es un progresista de alto nivel adquisitivo. El capitalismo es el único sistema socioeconómico que puede crear la doble paradoja de producir medios de comunicación que ganan buen dinero con sus detractores profesionales, quienes además ocupan posiciones de privilegio en la sociedad de clases. Es precisamente por esta lejanía de la situación de los vecinos de Lugano y Soldati que les resulta posible "comprar" o incluso producir un discurso como el que Flacso le provee a Newsweek y ésta a su vez a sus lectores de nivel ABC1.