lunes, 11 de octubre de 2010

El Nobel de la Paz: solidaridad cubana y complicidad capitalista con la dictadura china

El Nobel de la Paz a Liu Xiaobo fue saludado por los demócratas de todo el mundo y muy mal recibido por quienes no son demócratas. Por ejemplo, por la izquierda autoritaria latinoamericana (pero veremos que no sólo por ella, por cierto). Ahí está como ejemplo la reacción oficial cubana, que emparejó el Nobel de Liu al de Vargas Llosa, fulminando a ambos con el peor insulto que se le ocurrió al régimen: “Nobel disidente”, producto de un "bandazo ideológico". Chávez se burló con su brutalidad habitual del dirigente encarcelado y le mandó toda su solidaridad revolucionaria a China. "Viva China! Viva el presidente Hu Jintao! vociferó por TV.
Buen síntoma, que los autoritarios de todas las latitudes repudien el premio a Liu: indica que en Oslo no se equivocaron, que metieron el dedo en la llaga del autoritarismo, larvado o explícito. Entre las democracias, EEUU y Europa saludaron el premio y pidieron la libertad de Liu. Otros países se quedaron con la felicitación pero no pidieron la libertad, por temor a irritar a China. Y otros prefirieron el silencio total. Argentina, por ejemplo. La Cancillería no emitió ni un comunicado de dos líneas. Tampoco hubo los habituales tweets de Cristina y Timerman. Hay que creer que, como demócratas, Cristina y Timerman están íntimamente contentos con el Nobel a Liu, pero que prefieren no irritar al gigante asiático por realpolitik. Puede ser, pero desgraciadamente sólo se trata de una hipótesis.
El bloqueo informativo chino sobre el Nobel a Liu fue total: ni por SMS ni por los buscadores de Internet se filtró la noticia. Ni hablar de los medios tradicionales, como diarios y TV. Sólo se enteraron los chinos en contacto con los extranjeros. Son 1.300 millones de personas sometidas a censura masiva. Fue un claro mensaje de la dictadura china: dio una demostración de cuánto poder tiene sobre la población, de hasta dónde controla el flujo de información, clave para toda dictadura. En Cuba debe haber sana envidia por esa pericia, y ya deben estar averiguando cómo lograron semejante proeza censora. Hasta la dictadura argentina fue más permeable: en 1980 los noticieros de la noche anunciaron, telegráficamente y después de horas de total silencio, el Nobel de la Paz a Pérez Esquivel. Alguien habrá convencido a los dictadores de la Junta que la noticia no se iba a poder tapar indefinidamente.
Pero en el frente ideológico opuesto al de Cuba y Chávez el Nobel a Liu plantea no pocos apuros entre los apogolistas que China tiene en “los mercados”. Aunque nadie desde allí saldrá a solidarizarse con Pekín ni mucho menos, preferirían que este Nobel hubiera ido a otra parte, bien lejos, para no “meter ruido” en una fructífera relación entre capitalismo internacional y régimen dictatorial que tantos jugosos frutos ha dado y dará. Porque es obvio, después de años y años de silencio cómplice, que en esos poderosos sectores económicos que hacen enormes negocios con los jerarcas comunistas de Pekín, no hay preocupación alguna por la democracia y las libertades más elementales, todo lo contrario: apuestan al statu quo que garantiza sus fabulosos negocios. Ellos ya se han asegurado su “seguridad jurídica” holgadamente, negociando con la cúpula comunista antes de invertir en el país. A estos inversores, el poder absoluto del Partido Comunista les asegura altos retornos, garantizándoles los bajísimos salarios que pagan a ciudadanos sometidos por una dictadura. Los sindicatos de fachada que tiene el PC chino aseguran en el terreno ese bajo costo salarial, actuando en los hechos como gendarmes de las empresas ante los trabajadores. El Partido Comunista chino es así el garante de la explotación capitalista a mayor escala jamás vista en la Historia humana.
Es por demás evidente que un proceso de apertura democrática en China tiraría al diablo este contubernio entre capitalismo internacional y régimen comunista, que barrería con esos falsos sindicalistas, tan odiados por los trabajadores chinos. Por eso, los inversores extranjeros en China lo último que desean es la llegada de la democracia. Así que coinciden de hecho con Cuba y con Chávez: ¡Viva China!, pero así como está, sin una gota de libertades ni de democracia.

Por último, y al margen del mundo real, los tributarios académicos del liberalismo más dogmático tienen un problema mayúsculo con China: ¿cómo explicar que el capitalismo funcione tan bien en un contexto represivo y totalitario? ¿No era que la economía de mercado era, per se, libertad? Acá hay algo que no funciona. Desde su torre de marfil austríaco harían bien en intentar una explicación.