martes, 28 de diciembre de 2010

La década pasada en América Latina y los progresismos no equiparables: lulismo, chavismo, kirchnerismo

El cambio de turno de esta semana en Brasil marcó el final de la primera década del siglo XXI en América latina. Un breve análisis comparativo de los diversos modelos políticos que entraron en juego en esta década en la región da un resultado muy claro en favor de quienes, como el Brasil de Lula y Dilma, optaron por una relación pragmática y amigable con la economía de mercado y quienes, al contrario _Chávez, Evo_ optaron por confrontarla con resultados ruinosos, como se comprobó también por estos días.

Hasta fines del siglo XX, el modelo de democracia latinoamericano era, básicamente, el mismo que el vigente en Europa y el resto de las naciones desarrolladas (los países de la Ocde). Conservadores y progresistas latinoamericanos y democristianos y socialdemócratas europeos compartían el modelo liberal-representativo de democracia. Esta matriz liberal era enriquecida con derechos sociales. Estos son derechos por definición lábiles, desde el momento que dependen del estado de salud de la economía. Por eso estos derechos sociales se hicieron realidad en Europa con el "milagro" económico de la posguerra pero quedaron en el tintero en la subdesarrollada América latina. Esta diferencia abismal persiste hoy, pese a que América latina gozó en esta década última de "tasas chinas" de crecimiento gracias a la globalización y Europa _y EEUU_ pasan por un largo período de tasas negativas o de muy bajo crecimiento. Pero pese a esa crisis nadie, en la comunidad democrática de los países avanzados, se plantea una ruptura del modelo político construido luego de la II Guerra, el de la "economía social de mercado" con democracia representativa clásica.
No pasó lo mismo en estos últimos 10 años en América latina, como es bien sabido. En buena parte de la región se buscó superar el modelo constitucional liberal-representativo como respuesta a los magros resultados sociales obtenidos desde el retorno a la democracia en la región a mediados de los años 80. Los ajustes estructurales operados en los 90 (inevitables en su gran mayoría, ante el estado terminal del modelo proteccionista- estatista) actuaron de disparador del desencanto, al menos en los países donde estuvieron mal formulados _Argentina, Venezuela. No fue así allí donde las reformas estructurales fueron pausadas pero claras, como Brasil con Fernando Hernique Cardoso.
El experimento que intentó dar respuesta a esa insatisfacción social se montó, en todos los casos, sobre el auge de las materias primas generado por el crecimiento explosivo de las nuevas economías de mercado asiáticas. O sea, gracias a la globalización capitalista, que proveyó a la región de una "renta" extraordinaria y de lo que los economistas llaman términos de intercambio favorables, dos grandes beneficios que los demócratas "tradicionales" no tuvieron en los años 80 y 90. El cambio impuesto ha sido radical en Venezuela, Ecuador y Bolivia, mucho más mesurado en Argentina y francamente moderado y continuista en Brasil y Uruguay. Los demás países _Chile, Perú, Colombia_ mantuvieron el sistema político tradicional junto a políticas promercado. De hecho, en Brasil y Uruguay tampoco ha habido ruptura del modelo liberal-representativo de democracia, sólo se registró un persistente cambio del signo político de los gobiernos, que apartó a los partidos conservadores tradicionales del poder al que estaban acostumbrados. Junto con el respeto por el modelo político, las políticas económicas implementadas por estos países han sido siempre prudentes y en sintonía con las reglas de la economía de mercado. La triunfal ceremonia del 1ºde enero en Brasilia da cuenta del gran éxito de esta fórmula. Y que las primeras medidas anunciadas o filtradas a la prensa por el gobierno de Dilma _ajuste fiscal, política monetaria ortodoxa, privatización de los aeropuertos de San Pablo_ sean las que querían escuchar los mercados no es casual.
Por esto, en un balance de fin de década, está claro que han sido estos últimos países latinoamericanos los que mejor salen parados en todos los indicadores socioeconómicos y de respeto de las libertades políticas y económicas. Este modelo incluye desde la centroderecha a la centroizquierda, desde el conservadurismo popular al socialismo democrático o el laborismo (Lula), e implementa políticas de redistribución, pero tiene el ojo atento a no descuidar la economía de mercado (Lula, de nuevo, y por cierto Tabaré y Mujica), y es el claro ganador comparativo en la región. Basta con observar la crisis en la que se acaba de hundir Bolivia (causada por el régimen de subsidios de los combustibles combinado con la gran desinversión en el sector que trajo la nacionalización ordenada por Evo en mayo de 2006), o la megadevaluación con que terminó el 2010 Venezuela, economía que continuó en recesión por 2º año seguido mientras el resto de la región crece a "tasas chinas".
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Por esto no son equiparables los diversos gobiernos progresistas de la región, a los que a veces las usinas propagandísticas locales y regionales quieren presentar como un bloque unido que enfrenta al "neoliberalismo". El "lulismo", por ejemplo, es completamente diverso de esa combinación de caos macroeconómico y autoritarismo desmadrado que es el chavismo, pero también de la rara avis que encarna el kirchnerismo, un híbrido de neopopulismo radical con centrozquierda tradicional.
El kirchnerismo es violento y enardecido en sus modos, en su comunicación, en su armazón de régimen mediante la construcción de un aparato propagandístico y de militancia rentada como no se vio nunca en los 27 años de democracia en la Argentina. Pero a la vez es francamente moderado en sus propuestas sociales y económicas: la asignación universal por hijo, por ejemplo, tan tardíamente aplicada, es compartida por todo el arco político. Tampoco incurre en esas estatizaciones seriales que han hecho famoso a Chávez y que están arruinando a Venezuela. Pero sí es comparable con Venezuela en la altísima y creciente inflación, generada por la expansión permanente del gasto público y la gran emisión de moneda. También es antiliberal en su praxis política, que siempre intenta saltarse las instituciones y sus mediaciones, y en su abierto afán hegemónico, esgrimido como una necesidad vital "para defender el proyecto" frente a sus enemigos. De aquí que existan dos kirchnerismos, uno, el de los medios y la militancia, que tiene todas las características del dispositivo de guerra propagandística propio de un gobierno revolucionario, donde no se toleran disensos ni matices; el otro, el de la prosaica gestión diaria, el que habla con empresarios y negocia con el Club de París y el FMI, el de De Vido y Boudou. "Se creen que están bajando de Sierra Maestra", ironizó sobre los primeros Jorge Lanata. Por esto es ilusorio ejercer cierta crítica contra el régimen kirchnerista para, luego de hecha la catarsis, llamar a "cerrar filas" con él contra "la derecha y su agenda restauradora". (*)

(*)Esta misma primera semana de enero de 2011 comenzó en Cuba el ajuste del Estado. Son 500 mil despidos en tres meses a partir de hoy. Serán 1,3 millones en los próximos tres años. Se trata de enormes costos humanos, más aún si se toma en cuenta la proporción: Cuba tiene 9 millones de habitantes. Comparado con esto, el ajuste del Estado de Menem fue una minucia. Además los despedidos se iban con decenas de miles de dólares de indemnización. La diferencia a favor, parece, es que los sueldos son tan bajos que muchos creen que podrán suplantarlos con un mínimo éxito en el cuentapropismo. Téngase en cuenta que se habla de salarios de 15 a 20 dólares mensuales, de ese orden. Además, como dijo Yoani Sánchez en Twitter, esa gente dejará de estar obligada a mostrar alineamiento ideológico con el régimen. En cualquier caso, el Estado comunista demuestra, una vez más,que es capaz de aplicar ajustes brutales, mucho peores que los países capitalistas. Y admite así, tácita pero claramente, su total fracaso. Cuba ha entrado hoy en su etapa "china" de "economía socialista de mercado", según el eufemismo que se inventaron en el PC chino.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Newsweek, la guerra de clases y la "construcción de imaginarios"

La última Newsweek argentina trae una nota sobre la toma de tierras, "La mirada del miedo". El problema central, dice el autor, es el déficit de vivienda (no la masiva inmigración que recibe la Cap. Fed., que ni siquiera se menciona), una "problemática no resuelta" que "fue sin embargo relacionada con otros relatos: la inflación y la "inseguridad". Así que la inflación es "un relato", ni hablar de la "inseguridad". Y el problema inmigratorio ni tan siquiera existe como "relato". Pero ahora viene lo mejor: el rechazo a los ocupantes abusivos "no surge de un estudio sociológico, sino de una construcción imaginaria sobre el otro", explica un figurón de la Flacso y la UBA, Luis Quevedo. Esos "otros", imaginariamente construidos, son "los extranjeros (así que el "relato" del exceso inmigratorio es, también él, "imaginario"), los vagos, los que quieren planes sociales: no son "vecinos", y el vecino "legal" (la legalidad también se pone entre comillas, relativizando así la distancia jurídica entre un ocupante ilegal y un vecino a secas) lo cuestiona en todo momento". Quevedo, según lo glosa la revista, agrega que existe una "enorme capacidad de los medios hegemónicos para alimentar y fomentar o producir esos imaginarios". De manera que si las clases medias bajas y bajas viven en permanente guerra de clases con los marginales de las villas es producto de los "medios hegemónicos" y de su perversa capacidad para "producir imaginarios". O, más allá de los medios, de esa "construcción imaginaria del otro". Como bien deberían saber la Flacso y la UBA, las tensiones entre clases sociales vecinas se dan desde el fondo de los tiempos, mucho antes de que hubiera medios, y se nutren y surgen de conflictos para nada imaginarios, todo lo contrario, contundentemente materiales (la tierra y la vivienda, nada menos). Contra esta materialidad, la estrategia de la izquierda académica es sobredimensionar el componente "construcción del otro", por sobre y contra los datos materiales, reales e inmediatos. Se toma arbitrariamente, o se trafica, el concepto de imaginario al parecer de la tópica de Lacan de los tres registros del psiquismo (real, imaginario, simbólico). El odio de la pequeña burguesía (para expresarnos de manera marxista-leninista) hacia las "clases bajas" es ancestral, secular, y estalla en períodos de crisis. En Argentina, gracias al surgimiento de las villas de emergencia a partir de los años 50, esa convivencia de clases ha sido y es particularmente mala, pésima: ha dado origen a todo un repertorio del odio, que gira alrededor del término "negros", etnia que paradójicamente casi no registra existencia en la Argentina. Empero, a estos "imaginarios" no los construyen los medios, y de hecho no son nada imaginarios: están, estas imágenes agonistas o confrontacionales del adversario social, salpicadas de descalificativos, como el de "negros", pero también se ven directamente fundadas en la experiencia más cruda y directa: robos, apropiaciones de tierras de esparcimiento, como en Soldati, amenazas de todo tipo, temor a ver invadidas sus casas, etc. La noción de "imaginario", así como la de "relato", es propia del arsenal teórico de la izquierda académica, pero resulta de una debilidad empírica monumental, al punto que resulta hasta disfuncional para analizar estos casos de conflicto social agudo. Esos conceptos apuntan a un fuerte relativismo cognitivo. La idea de fondo es que la sociedad capitalista inyecta en sus ciudadanos tópicos fóbicos que les ocultan la estructura injusta y violenta de la sociedad de clases, de la que son a la vez integrantes y víctimas. Pero, como dijimos, Todo esto resulta, confrontado con los hechos, débil y forzado. Por ej., en el caso de V. Soldati y Lugano y de mil sitios más, esta imagen del adversario, _no el "imaginario"_, que se hace el vecino sobre el marginal que lo asedia no tiene casi nada de "imaginario": esa imagen es directa, apenas mediatizada por el sujeto, está construida con sustancia real casi al 100%. El agregado "imaginario" es mínimo, y tiene que ver, en esa vieja relación de vecindad-odio, con lo más visible y cargado de negatividad para el sujeto: la raza. Se habla de "los negros" para acentuar la diferencia racial entre los vecinos establecidos legalmente, que son mayormente descendientes de inmigrantes europeos, y los villeros, que como es evidente no son negros, sino indígenas o mestizos. La mediación del "relato", del "imaginario", es aquí casi nula. Porque esta realidad de la convivencia forzada con la villa es demasiado contundente, abrumadora, se "le viene encima", al sujeto que la padece. Nadie, en esos sectores vecinos a las villas, ha dejado de sufrir asaltos callejeros; nadie tiene un hijo que no haya padecido ese mismo trauma: así que esta experiencia no tiene nada de construida ni de imaginaria. Es cierto que la experiencia humana, al estar constituida o atravesada por el lenguaje, tiene por esto un componente lábil, ambiguo, imaginario, si se quiere. Pero esta relativa labilidad de la experiencia es absolutizada por los teóricos sociales en boga, a los fines que se dijo. A los vecinos de Soldati les basta levantar la vista desde la ventana de su casa para encontrar en lo real todos esos datos que Quevedo enuncia como parte de un "imaginario", o sea, construidos como integrantes de un repertorio de disvalores más o menos míticos. Por esa inmediatez contundente con la realidad de las villas y los villeros, no existe capacidad de mistificación, que es eso al fin de cuentas lo que se señala con la noción de "construcción de imaginarios". Efectivamente, realmente, esos ocupantes ilegales de Soldati o Lugano son en gran parte extranjeros; efectivamente, usufructúan de planes sociales de manera crónica y generalizada; efectivamente, no están integrados al mundo del trabajo en grandísima medida. Todas esas señas, entonces, surgen de la situación social y económica objetiva, material e inmediata, y no de ningún "imaginario", que sería además "producido por los medios hegemónicos", según pontifican Newsweek, la Flacso y la UBA. Basta salir de la burbuja académica y mediática progresista y poner atención, como cronista o sociólogo de campo, en lo que sucede en Lugano para darse cuenta del fenomenal forzamiento conceptual que ejercita esta izquierda académica, y que los medios del régimen K (¿cómo llamarlo si no, a estas alturas?) toman de manera oportunista, y un poco al voleo. Claro que así son los resultados que alcanzan: este discurso, por ser tan ficticio, autorreferencial y alejado de la vida real del público, no tiene eco alguno, pese a que desde hace años y años los medios del Estado y del costoso grupo Spolski lo repiten al infinito. Al contrario, desde Villa Soldati para acá, su reiteración tiene efectos francamente adversos para el régimen K. De hecho, la nota que cito de Newsweek es de apenas de una página, de ningún modo "la nota de tapa" ni nada parecido.
Un último apunte sobre la Newsweek argentina de Spolski. La revista está tapada de avisos de alto target: autos, motos, relojes Longines. Está claro que el lector de Newsweek es un progresista de alto nivel adquisitivo. El capitalismo es el único sistema socioeconómico que puede crear la doble paradoja de producir medios de comunicación que ganan buen dinero con sus detractores profesionales, quienes además ocupan posiciones de privilegio en la sociedad de clases. Es precisamente por esta lejanía de la situación de los vecinos de Lugano y Soldati que les resulta posible "comprar" o incluso producir un discurso como el que Flacso le provee a Newsweek y ésta a su vez a sus lectores de nivel ABC1.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Italia: la decadencia de la sinistra, conservadora y anti mercado

En estas semanas se ha hecho un gran ruido con la casi-caída del Berlusca. Quien sin embargo, entre fiestas, jovencitas y compra de diputados, ha sobrevivido contra el pronóstico unánime de los corresponsales extranjeros en Roma. La centro-derecha italiana del Berlusca es bizarra, troglodita (Liga Norte), y de opereta, como su jefe, Il Cavaliere. Pero "al menos es un bloque social", sostiene en su blog "Camillo-cosas que no quedarán" (http://www.camilloblog.it) Cristian Rocca, periodista italiano que vive en EEUU. Los medios extranjeros se deleitan con los escándalos y crisis internas de la centroderecha, al punto que engañaron a su público dando por un hecho la caída del Berlusca el pasado 14 de diciembre. Pero a la vez se niegan a reportar a sus lectores un gran dato político: que la izquierda italiana está postrada y sus mass-media se han refugiado en el conservadurismo y en una retórica anti-globalización. Rocca pone como ejemplo el periódico romano La Repubblica, nave insignia del grupo empresario De Benedetti, enemigo histórico del Berlusca. La Repubblica, "el diario de vanguardia intelectual", es "cada vez más el órgano de la conservación italiana, contra las reformas, contra el mercado, contra la globalización", afirma Rocca. Con toda razón, puedo asegurarlo, dado que leo bastante La Repubblica.
Como síntoma de este reflejo conservador surge el nuevo líder de la "sinistra", el gobernador de la Puglia, Nichi Vendola. Quien afirma: "El capitalismo ya no es sólo incompatible con la democracia, sino con la misma vida". Vendola se perfila como candidato a premier del "centroizquierda". Vasta y multicolor área que va desde esta izquierda radical anticapitalista de Vendola y sus comunistas ecologistas, a democristianos más moderados que un café con leche con tostadas dietéticas. Así que mientras el Berlusca se pone de acuerdo con su socio Bossi para ganar nuevamente las elecciones, en marzo-abril o por ahí, la "sinistra", esa institución tan italiana como la pastaciutta, se apronta a armar una Armada Brancaleone con Vendola al frente. Porque "el capitalismo está contra la vida y la democracia". Hace apenas 20 años, el PCI se transformaba en un partido socialdemócrata, sepultando las ideas y los símbolos comunistas para ser una izquierda "europea, de gobierno". Hoy, de aquella ambiciosa empresa política y cultural, no quedan sino sombras. Y Vendola aprovecha ese naufragio. Para perder frente al Berlusca y quedar como líder de esa izquierda que con él resignará definitivamente ser una alternativa de gobierno para limitarse a ser una opción testimonial y de refugio, conservadora y nostálgica. "Contra el capitalismo y por la vida"

martes, 14 de diciembre de 2010

Macri y Villa Soldati: una chance de polarizar contra el gobierno K

Con el drama de Villa Soldati apenas superado con una clara derrota para el gobierno,
Nilda Garré quedó a cargo del nuevo Ministerio de Seguridad, al que se convocará a presuntos líderes de la sociedad civil vinculados a los DDHH. ¿Será esta la solución a la ola de inseguridad brutal que sufre la Argentina? Se ha escrito que "Nilda es Verbitsky" , lo opuesto a Aníbal F., típico PJ bonaerense con alianzas turbias en la Federal. El sector ideologizado del gobierno gana un puesto clave, que pierde el sector pejotista pragmático. Son dos mundos enfrentados: uno, que vive en una burbuja dogmática y sin práctica del poder real (el caso de Garré en Defensa); el otro, que viene del gobierno bonaerense, de las intendencias del Conurbano, puro pragmatismo pejotista.
Si se pretende aplicar el "modelo" de Nilda en Defensa, habrá que avisarle a la Presidenta que aunque policías y militares lleven ambos uniforme, son muy diferentes. Nada más alejado en términos operacionales. Mientras lo militares se dedican a no ir a la guerra salvo rarísimas excepciones, los policías y gendarmes sí salen todos los días a la calle.
Pero el corazón del problema no está allí. El asunto de fondo pasa por la ideología, como se vio en el episodio de Villa Soldati, donde la realidad terminó imponiéndose y dándole un claro triunfo a Macri. Se trata del temido verbo tabú, "reprimir". La oposición ha aceptado este tabú. La diputada Giudici declaró este lunes que "lo fundamental es garantizar el orden sin represión". Este enunciado es una falacia. El orden legal no podría sostenerse un día "sin reprimir". Esta falacia proviene de un hábito instalado en estos últimos 7-8 años, en los que se corrió mucho el límite de lo permitido más allá de lo que dicta la ley (que sí habla de represión y de reprimir sin pruritos ante un acto delictivo).
Esta falacia nace, en último término, de la creencia de estos sectores ideologizados afines al gobierno en que toda represión bajo el orden capitalista es intrínsecamente injusta e inmoral, porque castiga a las víctimas del sistema. La única represión válida es la excepcional, como la que hoy aplica a los represores (justamente) de la dictadura. También se aplaudiría una eventual represión contra, supongamos, propietarios rurales que se organizaran para defender sus propiedades de una estatización a lo Chávez. Es decir: la represión vale _y cómo_ cuando va dirigida contra los beneficiarios del sistema de propiedad del capitalismo. Si no, es un crimen, es "reprimir la protesta social". Manipulando la lábil democracia burguesa se puede inocular en todo el sistema político y en la sociedad el tabú antirrepresivo, como se ha logrado en Argentina durante estos años.
Pero el momento está maduro para terminar con este tabú, y con el clima de época que lo hizo posible. En otros términos: la dogmática progresista que se generalizó a partir de 2001-03 está en crisis, y V. Soldati, con su neta derrota para el gobierno, es el mejor indicador de esto. El abrumador peso de los hechos, como la imparable ola de inseguridad, están terminando con el dogma de la corrección política y su tabú de la "no represión". Hay veces en que las cámaras de TV hacen mejor trabajo de campo que un ejército de sociólogos. Mostraron a los vecinos de los monoblocks de V. Soldati reaccionar a la usurpación del parque, se los escuchó y vio en esos días y así se pudo "semblantear" muy bien su tipología. Hay allí representado, puesto delante de la TV, un enorme estrato social que hasta hoy ha sido subrepresentado políticamente. Se trata de ese amplísimo colchón de clase media baja y de clase baja no marginal, que es el que vive en su propia piel como ningún otro los dramas de la inseguridad y de la vecindad inmediata con las villas. "No me banco una villa más. Si me ponen otra acá enfrente me muero", le dijo un vecino de Soldati a un cronista de TV.
Macri, aunque ha practicado tibiamente la retórica de la no represión en estos años, captó al vuelo lo que pasaba en Soldati y jugó fuerte a favor de la legalidad y de los vecinos damnificados por la ocupación. Y ganó, claramente. Esa declaración conjunta de Rodríguez Larreta con Aníbal F. que desactivó de inmediato la toma del predio fue una derrota política e ideológica para el gobierno. Es fácil imaginar la bronca que habrán tragado frente al televisor personajes como Verbitsky o Zannini. Y Macri debe estar mirando más allá de la Capital: por estos días los conatos de usurpación se multiplicaron en el Conurbano, donde es mayoritaria esa clase media baja y baja que es ahora el target electoral de Macri. Ya ganada la pulseada de Soldati, Macri debería ir por más, aún a riesgo de entrar en un tono de campaña electoral. Preguntarle, por ej., a esos vastos sectores del Conurbano si se sienten seguros con CFK y sus aliados ideológicos, que ahora con Garré comandarán a la Federal, Gendarmería y Prefectura. Macri debe meter el dedo en la llaga del "garantismo" que practica el gobierno, que mostró en estos días todo el costo que tiene practicar esa doctrina en un país con índices delictivos por las nubes. Y una cosa es practicar esa retórica y esa doctrina penal con el pragmático bonaerense Anífal F. al mando de la tropa y otra, enormemente diferente, será hacerlo con la ideóloga Nilda Garré y sus amigos del CELS. Ya se habla de "cursos de capacitación" para los federales, gendarmes y prefectos. Si la "nueva estrategia" en materia de seguridad de CFK y Nilda pasa por ahí, están fritas. Cristina parece moverse en la creencia de que la sociedad no tolera muertes por mano del Estado: se equivoca. Las tres o cuatro muertes (bolivianas) que hubo en Soldati no le importan "a nadie", es así de crudo y de evidente. Desgraciadamente, las cosas están tan mal que de hecho la sociedad casi las exige, a esas muertes. Dice: mejor que no ocurran, pero exijo mano dura ante el delito y las usurpaciones. Si detrás de la retórica de los DDHH y Garré está el plan de una represión prolija y sin muertos ante la "protesta social", CFK habrá resultado más astuta de lo que parece. Pero el equipo elegido no es por cierto el apropiado para esta ambiciosa misión, de una represión firme pero legal (a la chilena, por dar un ejemplo regional si irse al Primer Mundo). En cualquier caso, para Macri, que además es hoy el único precandidato presidencial de centroderecha (no tiene competidores en ese espacio potencialmente enorme) , esta opción ideológica de Cristina, sea de fachada o de fondo, parece servida en bandeja para polarizar sobre la inseguridad y el auge del delito. En esa estratagema, él se presentará como el garante de los ciudadanos honestos que trabajan, pagan sus impuestos y sus servicios con gran sacrificio; el gobierno nacional será el que apaña, además de a los piqueteros, a los "okupas", como se vio claramente en V. Soldati con el militante kirchnerista Salvatierra. Si logra instalar ese eje, tendrá una batalla ganada de cara al 2011. Macri también puede citar a los gobiernos de izquierda regional para castigar al gobierno K: ahí está la reciente orden de Lula de enviar al ejército con tanques para liberar de narcos dos grandes favelas de Río.
Entretanto, y con Villa Soldati como imagen símbolo, CFK y su gobierno han empezado a "gotear" consenso social. El esmeril ha vuelto a funcionar, de a poco pero sin detenerse.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Villa Soldati: el abuso del Preámbulo de1853 y la demografía silenciada

Beatriz Sarlo, en su última colaboración para LaNación, el sábado 11 de diciembre, comete el mismo anacronismo fácil del kirchnerismo, a propósito del conflicto de Villa Soldati, y se envuelve en el Preámbulo, escrito en 1853, en el país desierto, premoderno y feudal que había dejado Rosas. Aprecio a Sarlo, sobre todo porque es de las poquísimas figuras de la intelectualidad de izquierda que tuvieron la valentía de decir "no, ahí no sigo", dejando en consecuencia sus antiguas creencias antidemocráticas de raíz, y no sólo a medias y a través de tacticismos, como hizo la enorme mayoría de los integrantes de ese sector, y como se demuestra cabalmente con el kirchnerismo (cuando volvió a lucirse en público el instinto autoritario que estaba sólo guardado en el placard hasta que llegara la oportunidad).
Pero, bueno, el caso es que Sarlo se agarra del Preámbulo, de la famosa frase "para todos los hombres del mundo..." para desafiar a los que quieran borrarla a hacerlo, "si se animan". Y tacha al gobierno de Macri de practicar un "discurso subconstitucional" por ese motivo. De manera nada casual, al lado de la de Sarlo el editor del diario puso una columna de un autor que no conocía, Carlos Manfroni. Quien explica que esa famosa frase no es una invitación universal a apoderarse del suelo argentino, que a nadie se le puede ocurrir una interpretación tan disparatada. Ni textual, agrego yo, de un discurso de tono declarativo, retórico, propio de la época. Además si tenía un sentido práctico, valía para la sociedad de 1853. De hecho, la inmigración como "política de Estado", no estuvo a pleno régimen sino hasta medio siglo después. Esta contextualización histórica tan básica y evidente es soslayada por quienes, como Aníbal Fernández y Sarlo, se montan en un discurso francamente banal, que desecha un debate serio y de base científica sobre la inmigración.
Sarlo sí acierta cuando compara las villas actuales con las que conoció en los 60, mucho más estructuradas y que eran, dice, como los barrios obreros, pero más pobres. Tiene mucha razón: en Rosario, en los 70, con el boom de la construcción horizontal, las villas crecieron mucho, pero no eran lo que son hoy. Eran eso que dice Sarlo: barrios obreros muy pobres y con índices comparativamente altos (para la época) de delitos, pero que no dejaban de ser nunca comunidades estructuradas y funcionales. Porque casi todos sus integrantes eran trabajadores. Una diferencia abismal con "la villa" de hoy, conformada por el lumpen que no tiene ni busca trabajo y que nació en un hogar donde no existe la figura del padre y la madre trabajadores.
Hay otro aspecto de las villas que el caso de Villa Soldati evidencia a gritos, pero que no se ha tocado en estos días de furia: el demográfico. Quienes leen (¿quiénes?) estas columnas ya lo verían venir, al factor demográfico. Es que resulta casi increíble que el debate sobre las villas, sobre la miseria, en Argentina y al parecer fuera de ella también, se dé totalmente escindido de la demografía. Basta ver las imágenes de la televisión para, de un vistazo, darse cuenta de que hay allí la típica demografía de la villa: muchas mujeres jóvenes, muchísimos chicos y adolescentes y algunos pocos viejos. Típica "pirámide" pre-moderna, casi feudal, agraria. Mientras no se vea y por lo tanto no se ponga en la lista de prioridades políticas cambiar esa demografía el problema sólo se multiplicará, como ha ocurrido desde los años 70. Y de hecho, hasta se hace lo contrario: se estimula la maternidad mediante el mal llamado plan de Asignación Universal por Hijo. Estará "mal" decirlo, pero es objetivamente así. Como dice Manfroni, los límites del lenguaje por imperio de la corrección política se estrechan cada días más (dicho de paso: Manfroni recurre infelizmente al término "oligofrenia", en desuso en medicina desde hace décadas por peyorativo). Aún más, este silencio demográfico casi seguramente se explica por el veto del pensamiento social y políticamente correcto a poner en términos finalmente biológicos a los problemas sociales. El hecho es que los excedentes demográficos se hacinan en las villas latinoamericanas, donde no hacen más que multiplicarse. Hay una suerte de biologización de la humanidad en este fenómeno. Pero claro, los custodios de la corrección política (que es de hecho corrección moral, y por eso intimida tan eficazmente) dirán que la biologización está en mi análisis, no en el fenómeno villero, que es, agregarán, sociológico, producto de la marginación que inevitablemente genera _adivinen_ el capitalismo. Pero mientras los gobiernos no pongan la natalidad, la altísisma tasa de fertilidad (hijos/mujer) entre sus prioridades, las villas argentinas y latinoamericanas no dejarán de crecer. Increíblemente, desde hace al menos medio siglo (¡dos generaciones!) existen los instrumentos médicos para ejercer un eficaz control de la natalidad. Es hora de que se empiecen a aplicar por fuera de la clase media, esa de origen europeo y empobrecida que también se vio en los episodios de Soldati, obligada _por el brutal juego político del gobierno nacional_ a enfrentarse con violencia tribal a los usurpadores del parque, porque veía que también estaban amenazados sus modestos departamentos de monoblock. De hecho, este enfrentamiento de clases _que tal vez sea la mejor clave de lectura del episodio, si se descarta el factor demográfico_, no fue tomado en cuenta, ni de pasada, por la habitualmente aguda observadora que es Sarlo, ni, que yo sepa, por ningún otro columnista o analista del episodio.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Wikileaks: un doble standard detrás del "Cablegate"

Publiqué esta columna sobre el asunto Wikileaks. Reitera el argumento pero más refinado y agrega al final un navajazo contra la retórica K y de la izquierda sobre los medios:


El escándalo desatado por Wikileaks admite una lectura menos dramática de la que en general recibe en los medios. Los cables diplomáticos contienen en muchos casos apuntes de humor, como el referido a Putin y Médvedev (“Batman y Robin”), o jugosas descripciones de las bacanales mundialmente famosas de Berlusconi. Hay asimismo un inolvidable relato de una pantagruélica boda en el Cáucaso que duró tres días, regada con hectolitros de vodka y animada por una orquesta de falsos gitanos. Resuena en estos textos confidenciales el ambiente de los cócteles y los whiskies after ours. Ningún profesional de la diplomacia se habrá escandalizado al ver publicado más o menos lo mismo que él escribe a diario a su cancillería. La respuesta que, cuenta Hillary Clinton, recibió de un colega cuando le habló para pedir disculpas — “no te preocupes, ¡si supieras lo que escribimos nosotros de ustedes!”— refleja muy bien este aspecto mundano del “Cablegate”. Es cierto que lo de la ONU y Paraguay entra en el más crudo espionaje, o que la inquisitiva lista de preguntas sobre la salud de la presidenta argentina es hiriente. En este caso, Hillary hizo lo correcto: habló directamente con la presidenta para pedirle disculpas en persona. Un buen gesto, que deberá sumarse a otros de ambos lados para preservar la siempre compleja relación bilateral.
   Pero los estadounidenses se sienten injustamente exhibidos y escarnecidos, precisamente bajo el argumento de que todo el mundo hace lo mismo pero que sólo ellos parecen ser los villanos en el imaginario maniqueo de gente como Assange. Anne Applebaum, una columnista del Washington Post, criticó el doble estándar que está detrás de esta gran operación de difusión mediática. Applebaum da en el corazón del asunto cuando señala que un funcionario iraní jamás filtraría nada a Wikileaks, porque sabe que el régimen lo torturaría y asesinaría, y que luego haría lo mismo con su familia; o que un funcionario ruso siempre puede evitar la publicación de un comentario inconveniente, simplemente censurando a los medios mediante una orden telefónica. (Por no hablar de los grupos de caza y exterminio de la ex KGB). Assange, en cambio, enfrenta como máximo la cárcel en la civilizada Suecia.
   Es claramente mucho más fácil realizar este tipo de operaciones, dotadas de un aura a lo Robin Hood, contra una potencia democrática, como EEUU, que contra un régimen autoritario. En Medio Oriente poco se supo de las filtraciones que afectan a los gobiernos regionales, y que desnudan sus vinculaciones con EEUU e Israel en clave anti-iraní (“que le corten la cabeza a la serpiente”, reclamó el rey Abdullah, de Arabia Saudita, pidiendo el bombardeo de Irán cuanto antes). También se revela que los líderes árabes son muy afectos al alcohol, algo que perturbaría al público islámico. En China el bloqueo fue sencillamente total: nadie supo nada de Wikileaks. Nada de información que contamine al disciplinado pueblo chino. El mensaje de China a Washington fue por demás lacónico y categórico: arreglen este problema.
   Es que para la mentalidad totalitaria todo el asunto resulta inconcebible. El control férreo de la información es central en un sistema totalitario, o incluso en uno meramente autoritario, como el de la mayoría de los países árabes. ¿Cómo pudo un simple particular hacer tanto daño? se preguntarán en Pekín, agregando seguramente que a ellos esto nunca les pasaría.
   El caso Wikileaks también subraya, además de las diferencias sustantivas entre una potencia democrática y una dictatorial, que la “vieja” prensa independiente formada por empresas privadas cumple inmejorablemente la función de proveer información sensible y de alta calidad a los ciudadanos. Medios de prestigio mundial —los diarios The New York Times, The Guardian, Le Monde y El País, más la revista Der Spiegel— dieron a la filtración una excelente plataforma de expansión, pero a la vez editaron cuidadosamente el material, en acuerdo con Assange. El tópico, hoy en boga en América latina, de que los medios privados no pueden proveer información de calidad a la ciudadanía por el mero hecho de ser empresas capitalistas, se demuestra así totalmente falaz. El abismal contraste de calidad entre aquellos grandes medios privados y muchos medios estatales regionales viene a ratificar esta falacia.