miércoles, 31 de agosto de 2011

Técnicas de control social no estatales del individuo: la empresa privada y el coaching

En lugar de escribir otra de mis aburridas columnas sobre América latina, me acordé de mi pobre blog, abandonado hace meses, y me puse a darle vueltas al problema de la empresa privada como agente de control y represión social del individuo. Fue a propósito de un esperpento de moda: el coaching ontológico. Me salió lo que sigue:

Desde hace algunos años, en los ambientes empresarios, especialmente entre las grandes empresas, las "corporations" circula una nueva técnica de manipulación de las personas: el coaching, en particular el "ontológico". Superado el estupor inicial de ver el término "ontológico" en ese contexto donde predominan los cursos de "liderazgo" y otras retóricas similares, uno se pregunta qué es eso. Hecha una indagación online, puede responderse: es la versión de mercado, de entorno empresario, de la psicoterapia, su remedo mercadotécnico. Una nueva técnica de manipulación para hacer más productiva a la persona, más "creativa", y por lo tanto más adaptable a los cambios que impone sin descanso la corporación privada. Pero a diferencia de otras técnicas similares, esta avanza más profundamente sobre la Persona, siempre claro está en nombre de su "mejoría". Parte del engaño es que, precisamente, la técnica se presenta falsamente como independiente de la Empresa, apta para usarse en el ámbito personal. Siempre para "mejorar", para "superar" presuntos niveles inferiores de convivencia y de malestar con uno mismo y los demás. (El coaching es "Una disciplina que aporta una manera diferente de interpretar a los seres humanos, su modo de relacionarse, de actuar y de alcanzar los objetivos que se proponen para sí mismos, para sus empresas y para la sociedad").
La retórica es empalagosa, como siempre en estos casos, pero con un objetivo clarísimo: subordinar la subjetividad de la persona, hasta sus pliegues más íntimos, al único objetivo constitucional que tiene una Empresa: aumentar su ganancia, su productividad, su eficiencia.

Pero veamos un poco más de cerca a este coaching "ontológico", en los puntos que lo diferencian de las otras técnicas empresarias similares, así como sus estrategias de manipulación y coerción de la persona. En una introducción elogiosa al asunto (http://www.cocrear.com/coaching.html) se afirma que es "un proceso de aprendizaje que ocurre en el Ser mismo". En el mismo Ser: nada de accidente o circunstancia. "En un proceso de Coaching Ontológico el crecimiento ocurre en el dominio del Ser, a través de un aprendizaje transformacional que cuestiona con respeto los modos tradicionales de percibir e interpretar, donde las personas y los equipos interrumpen sus patrones de conducta y comportamiento habituales, para comenzar a operar con mayor creatividad, protagonismo y proactividad; generando competencias emocionales, del hacer, del pensar y de la comunicación". Como se ve, dentro de esta retórica de la superación y de la creatividad, el objetivo es uno solo: mejorar la productividad. Lo de las "competencias emocionales" eriza la piel.

El entrenamiento (eso es "coaching") para ser más eficaz dentro de la maquinaria social privada (eso es una empresa) tiene alcance ontológico, nada menos. Esto quiere decir que el individuo sometido a esta técnica cambia su propio ser _debe cambiar, quede claro_, no se trata de una mera adaptación táctica del tipo "bueno, en la empresa me piden que recite esta doctrina (la jeringoza del "liderazgo", por ej.) y yo lo hago". No, el coaching ontológico no deja espacio para esa estratagema de camuflaje al individuo. Es por eso de inspiración totalitaria. No por nada la moda empresaria del coaching llega después de 20 años de la de los cursos de liderazgo. El sagaz radar del organismo social privado ha detectado la trampa: la persona sometida a ese adoctrinamiento simplemente se aprendía el libreto y "zafaba". El coaching no deja ese margen. Entre otras cosas, porque no se trata del habitual curso. Acá surge una similitud nada casual con el psicoanálisis y la psicoterapia en general. El entrenador tiene sesiones con su entrenado. Personales, confidenciales (subrayan, juran, sus propagandistas). ¿Cómo escapar a la mirada directa del experto, del coach? Imposible. Mediante esta técnica "personas y organizaciones revisan y optimizan...su forma de estar siendo en el mundo" !No su productividad, no su eficacia, no: ¡optimizan su "ser en el mundo"! Más allá de la broma sarcástica que pueda surgir desde ambientes filosóficos por esta descomedida y aproximativa manera de utilizar el arduo lenguaje heideggeriano, el asunto no da demasiado para el humor, porque es siniestro. Lo que pretende ahora la Corporación, la empresa privada, es que el individuo someta a cambios, por ella dictados, a su propio ser, es decir a su subjetividad completa. Nada menos. Todo, claro está, aderezado con ese lenguaje "positivo" y almibarado que vimos recién. La demanda de normalización y adaptación es imperativa, impostergable. Hay que desarrollar "competencias afectivas" para ser más productivo, por ejemplo.

El coaching ontológico es la mejor prueba, por si hiciera aún falta, de lo que ya sabemos: contra lo dicho y afirmado por el neoliberalismo unidimensional economicista (Escuela de Viena, neoclásicos, etc) la tensión clave que atraviesa la Historia no es entre empresa privada y Estado, que es un choque entre dos instituciones sociales, sino entre individuo y sociedad. Décadas de "neoliberalismo" nos han acostumbrado al rutinario enfrentamiento empresa privada vs. Estado o "gobierno", pero lo más profundo y radical es la tensión entre Persona y Sociedad, entre el Invididuo que quiere ser soberano y la Colmena social, que compulsivamente buscará su "normalización", por las buenas o por las malas. Nadie que sea auténticamente liberal puede tener dudas sobre este punto decisivo.
La empresa privada, repetimos por si fuera necesario, es un agente de presión y normalización social como cualquier otro: la familia, la escuela, el Estado, etc. Los liberales economicistas han tomado un caso particular, la puja entre dos organismos sociales como son el Estado y la empresa privada, y lo han presentado como si fuera el eje principal del debate que debe interesar al liberalismo. La empresa está, como se evidencia con el coaching y otras técnicas de manipulación, del lado de la sociedad, del colectivismo, junto con el Estado y demás instituciones u organismos sociales.

Como en todo proceso de manipulación y "normalización" del individuo, existe la coerción, siempre tácitamente presente. Por un lado, existen innumerables casos de coaching llevados al extremo de la coerción más brutal, investigados como fenómenos sectarios. Pero aún el coaching más "respetuoso" es una maquinaria manipuladora. Y la coerción está siempre lista. ¿Qué pasa si me niego de plano a someterme a él? Seré castigado por la Colmena/empresa: me dejarán sin mi trabajo en ella por "desadaptado". El vocabulario será, por supuesto, mucho más elaborado, el procedimiento de exclusión, también ("el entrenado Fulano no supo adaptarse a las exigencias de cambio e integración en el grupo de trabajo; se niega a superar sus viejos hábitos en perjuicio de la compañía, etc"). Pero el mecanismo es el mismo de siempre: el castigo a quien no se "adapta".

Sobre el carácter colectivista, de agente socializante compulsivo, de la empresa privada agreguemos aquí un apunte más. Cualquiera que haya, no ya digamos trabajado, sino simplemente visitado una gran corporación privada, conoce ese sentimiento kafkiano que produce estar en sus entrañas. El zumbido de las abejas vigilantes es allí particularmente potente. Tanto como en esos centros de poder y control estatal que son las grandes agencias públicas, como los Ministerios, las FFAA, etc. No debe existir, por fuera del Estado comunista, un sitio u organización social más "normalizante" y vigilante que una gran empresa privada, que una Corporación. Los liberales dieciochescos se horrorizarían en una visita a una organización de esta clase. Algún men in black de las fundaciones liberales contemporáneas tal vez intentaría explicarles que se equivocan, que están ante el mayor logro de la civilización liberal. Es que el liberalismo, puesto en manos empresarias, se transforma en un mero apéndice propagandístico de la empresa privada. En privatismo.
Se objetará que el liberalismo clásico se enfoca en la dicotomía individuo/ciudadano vs. Gobierno/Estado, y no en la que se plantea acá, la de individuo vs sociedad/colmena, mucho más allá del Estado/Gobierno. Stuart Mill, por ejemplo. Sucede que a lo largo del siglo XX, con el surgimiento de la sociedad de masas, la preocupación por la suerte del individuo ante esa nueva configuracion de la sociedad, se volvió el problema central para muchos intelectuales liberales. Ejemplo: Aldous Huxley, autor hoy casi olvidado, de una célebre novela de tesis: Un mundo feliz (Brave new world), muy leído a mediados del siglo pasado. Ahora, con motivo de los 80 años de la primera edición, volvió a publicarse y comentarse un poco en los medios. Escritores que habían vivido la transformación de la sociedad liberal tradicional del siglo XIX a la sociedad de masas del XX, como Huxley, estaban traumatizados por ese cambio drástico, nunca visto en la Historia. La obra de Kafka, por ejemplo, nos enfrenta a este pasaje de época. Por esto, quedarse en el debate Estado-empresas como derivado económico del más amplio Estado-individuo de los siglos XVIII/XIX, es miope, por decir lo menos. Otros que contribuyeron a analizar y a dar la alarma ante este nuevo peligro fueron los marxistas independientes de Frankfurt: Marcuse (El hombre unidimensional), Adorno y Horkheimer, Fromm. Horror: !marxistas! Aclaremos que estaban más cerca de Schopenhauer y Freud que de Marx, aunque su matriz de pensamiento era claramente anticapitalista.
Cuando se le pregunta a uno de los abundantes y monocordes liberales economicistas sobre el problema, pone cara de "este qué pregunta", y pasa a otra cosa. Uno muy conocido me respondió una vez, salomónico: "sí, es un tema sobre el que hay que estar atentos", y pasamos rápidamente a los asuntos trillados y dentro de su "cassette" de conferencista bien pago por las fundaciones de siempre.

Pero no nos vayamos del punto: la empresa privada es un agente de control y presión social, de normalización, como la familia, la escuela, las FFAA, etc. Está de este lado, del poder colectivo y coercitivo-modelizador, mientras el individuo está del otro lado, solo.
Es cierto que, históricamente y aún hoy, existe un vínculo entre libertad individual y empresa privada. Por ejemplo, si me quiero liberar del yugo del control social en una gran empresa, puedo poner la mía propia, un pequeño comercio o algo así. La presión social se alejará un poco de mí gracias a un instrumento de la economía de mercado. Y en las pymes o minipymes, no existirán los mecanismos de manipulación y control propios de las corporaciones. Incluso puede existir un espíritu auténticamente liberal-individualista en sentido pleno, cuando el titular es una persona con cierta formación (pongamos por ejemplo, un estudio jurídico). Asimismo, en una sociedad de mercado de tipo occidental siempre habrá más espacios de este tipo que en una de tipo asiático.

PS: conviene aquí hacer una cita sobre el psicoanálisis y su punto de contacto con el coaching. Porque si bien pueden estar en campos culturales e ideológico-políticos opuestos con el coaching, ambas técnicas coinciden en reducir al individuo a mera expresión o reflejo de su entorno colectivo o de fuerzas psíquicas que son una maquinaria ciega. Esto se prueba de manera categórica cuando el coaching recoge el dogma psicoanalítico-semiológico acerca de que el lenguaje constituye lo real y lo modela, que no hay ser fuera del lenguaje. "Uno de los postulados que lo caracterizan (al coaching ontológico) es que el lenguaje no sólo describe la realidad, sino que por medio de él se genera la realidad" se define en la introducción mencionada. La razón de esta coincidencia no es la casualidad, sino la misma estrategia socializante en ambas ideologías, tanto del coaching como del lacanismo y el resto de las ciencias sociales o "filosofías" que ha generado la izquierda posmarxista en estos últimos 30/40 años.
Los "coaches" yankis sostienen lo mismo que los intelectuales de la Sorbona y la UBA...aunque tal vez ni sepan unos de la existencia de los otros. Como la izquierda lácano-semiótica, dicen los del coaching que nada hay fuera del lenguaje. Citan a Austin, eso sí, no a la semiótica francesa o a Lacan. Como el lenguaje es puramente social, resulta que es un mecanismo social el que crea todo lo existente, sujetos incluidos. Una pura exterioridad que construye ciegamente a la Mismidad absoluta que soy. Al absolutizarse así al lenguaje, se postula la mera ilusión de la soberanía del sujeto y de su subjetividad, tal como hacen el coaching ontológico y el lacanismo y sus primos; ambas doctrinas desconocen literalmente ese origen de todo el Ser que es la conciencia absoluta, la Mismidad que soy y que todo lo constituye, "inmanencia absoluta" (M. Henry).
Capitalismo y anticapitalismo coinciden en lo esencial: no hay subjetividad asbsoluta, ergo no hay soberanía del individuo. Sólo células sociales, más o menos interesantes según el caso, pero siempre células. Y hay que entrenarlas...