lunes, 29 de noviembre de 2010

WikiLeaks: hazaña fácil contra una democracia

Ráfaga de data de WikiLeaks. Previsible: Telesur y toda la horda mediática latam-zurdezca se le tira a la yugular al "imperio". Los cables publicados tienen deliciosos apuntes sobre Putin, Sarko, Berlusconi, Mugabe. Resuenan los cócteles de embajada en esas líneas confidenciales. Ningún profesional de la diplomacia se habrá escandalizado al ver publicado lo mismo que él escribe a diario a su cancillería. Cierto es que lo de la ONU y Paraguay, por ejemplo, ya suena a espionaje. Pero en todos los cuerpos diplomáticos hay espías, y de los de verdad.
Con un furor americano que comparto plenamente, Anne Applebaum, una columnista del W. Post, critica el doble estándard que está detrás de esta gran operación mediática. Después de ironizar sobre lo horrorizados que estarán los italianos por los comentarios sobre Berlusconi, o los rusos por lo dicho de Putin, la columnista señala que desde ahora será muy difícil que un embajador envíe su sincera opinión vía cable y que todo se hará más secreto. Pero Appelbaum da en el núcleo de este caso al final de su texto, cuando señala que un funcionario de bajo nivel iraní jamás filtraría nada a Wikileaks porque sabe que el régimen lo asesinaría y torturaría a su familia, o que un funcionario ruso sabe que siempre puede evitar la publicación de un comentario inconveniente, simplemente censurando a los diarios. Es más fácil para el canchero de Assange filtrar noticias inconvenientes de una potencia democrática, EEUU. Realmente matadora la imagen del director de El País mostrando, satisfecho, la tapa. Imitación simiesca, colonial, del periodismo anglo. Sólo le faltó el cartelito: "ven, somos españoles pero estamos al mismo nivel del NYTimes y el Guardian". El caso es que en EEUU el funcionario que filtra no corre riesgos serios y va a vivir su vejez tranquilo (así dice Appelbaum, yo no estoy tan seguro: una vez identificado el traidor recibirá prisión perpetua. La cacería ya comenzó). Pero el caso planteado por ella igual se sostiene. Es fácil jugar el juego de Assange contra una democracia. Contra un general chino sería un poquito diferente, no? A lo mejor a Assange se le borraría la sonrisita canchera si supiera que los servicios rusos, por ej., lo siguen para, lógicamente, torturarlo durante horas y luego ejecutarlo y desaparecerlo en un horno.
Pero eso no importa, ahí está toda la progresía jugando a su juego favorito, el tiro al blanco contra los odiados yankis. Que tienen que poner la cara mientras ven cómo se les filtran cables confidenciales solamente por ser una verdadera democracia. Punto que Telesur, Prensa Latina y Página 12 evitan reconocer con esa hipocresía consumada de la izquierda criolla, tan apta para encontrarle siempre la mugre a una democracia ejemplar y a la vez siempre tan servil para levantar loas a dictaduras horribles como Cuba y Venezuela.
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Todo este asunto me lleva a recordar cuán lejos estoy existencialmente de esta clase de gente, que es la que sin embargo a diario me rodea y con la que a veces charlo y debo pasar por fuerza muchas horas de mi vida. Cuánto más fascinante me resulta la figura del intelectual de Princeton enrolado en la CIA, o la del enorme Lawrence Durrell, diplomático y casi seguro espía de Su Majestad e imperialista convencido, uno de los mayores novelistas del siglo XX. Gente aristocrática, cultísima y alejada años luz de la vulgaridad estética e intelectual de esta izquierda de intelectuales de medio pelo, de pequeños intelectuales de provincia latinoamericana. Pobres: últimamente varios de ellos han decidido exhibir su insuperable indigencia en un blog colectivo.