sábado, 11 de diciembre de 2010

Villa Soldati: el abuso del Preámbulo de1853 y la demografía silenciada

Beatriz Sarlo, en su última colaboración para LaNación, el sábado 11 de diciembre, comete el mismo anacronismo fácil del kirchnerismo, a propósito del conflicto de Villa Soldati, y se envuelve en el Preámbulo, escrito en 1853, en el país desierto, premoderno y feudal que había dejado Rosas. Aprecio a Sarlo, sobre todo porque es de las poquísimas figuras de la intelectualidad de izquierda que tuvieron la valentía de decir "no, ahí no sigo", dejando en consecuencia sus antiguas creencias antidemocráticas de raíz, y no sólo a medias y a través de tacticismos, como hizo la enorme mayoría de los integrantes de ese sector, y como se demuestra cabalmente con el kirchnerismo (cuando volvió a lucirse en público el instinto autoritario que estaba sólo guardado en el placard hasta que llegara la oportunidad).
Pero, bueno, el caso es que Sarlo se agarra del Preámbulo, de la famosa frase "para todos los hombres del mundo..." para desafiar a los que quieran borrarla a hacerlo, "si se animan". Y tacha al gobierno de Macri de practicar un "discurso subconstitucional" por ese motivo. De manera nada casual, al lado de la de Sarlo el editor del diario puso una columna de un autor que no conocía, Carlos Manfroni. Quien explica que esa famosa frase no es una invitación universal a apoderarse del suelo argentino, que a nadie se le puede ocurrir una interpretación tan disparatada. Ni textual, agrego yo, de un discurso de tono declarativo, retórico, propio de la época. Además si tenía un sentido práctico, valía para la sociedad de 1853. De hecho, la inmigración como "política de Estado", no estuvo a pleno régimen sino hasta medio siglo después. Esta contextualización histórica tan básica y evidente es soslayada por quienes, como Aníbal Fernández y Sarlo, se montan en un discurso francamente banal, que desecha un debate serio y de base científica sobre la inmigración.
Sarlo sí acierta cuando compara las villas actuales con las que conoció en los 60, mucho más estructuradas y que eran, dice, como los barrios obreros, pero más pobres. Tiene mucha razón: en Rosario, en los 70, con el boom de la construcción horizontal, las villas crecieron mucho, pero no eran lo que son hoy. Eran eso que dice Sarlo: barrios obreros muy pobres y con índices comparativamente altos (para la época) de delitos, pero que no dejaban de ser nunca comunidades estructuradas y funcionales. Porque casi todos sus integrantes eran trabajadores. Una diferencia abismal con "la villa" de hoy, conformada por el lumpen que no tiene ni busca trabajo y que nació en un hogar donde no existe la figura del padre y la madre trabajadores.
Hay otro aspecto de las villas que el caso de Villa Soldati evidencia a gritos, pero que no se ha tocado en estos días de furia: el demográfico. Quienes leen (¿quiénes?) estas columnas ya lo verían venir, al factor demográfico. Es que resulta casi increíble que el debate sobre las villas, sobre la miseria, en Argentina y al parecer fuera de ella también, se dé totalmente escindido de la demografía. Basta ver las imágenes de la televisión para, de un vistazo, darse cuenta de que hay allí la típica demografía de la villa: muchas mujeres jóvenes, muchísimos chicos y adolescentes y algunos pocos viejos. Típica "pirámide" pre-moderna, casi feudal, agraria. Mientras no se vea y por lo tanto no se ponga en la lista de prioridades políticas cambiar esa demografía el problema sólo se multiplicará, como ha ocurrido desde los años 70. Y de hecho, hasta se hace lo contrario: se estimula la maternidad mediante el mal llamado plan de Asignación Universal por Hijo. Estará "mal" decirlo, pero es objetivamente así. Como dice Manfroni, los límites del lenguaje por imperio de la corrección política se estrechan cada días más (dicho de paso: Manfroni recurre infelizmente al término "oligofrenia", en desuso en medicina desde hace décadas por peyorativo). Aún más, este silencio demográfico casi seguramente se explica por el veto del pensamiento social y políticamente correcto a poner en términos finalmente biológicos a los problemas sociales. El hecho es que los excedentes demográficos se hacinan en las villas latinoamericanas, donde no hacen más que multiplicarse. Hay una suerte de biologización de la humanidad en este fenómeno. Pero claro, los custodios de la corrección política (que es de hecho corrección moral, y por eso intimida tan eficazmente) dirán que la biologización está en mi análisis, no en el fenómeno villero, que es, agregarán, sociológico, producto de la marginación que inevitablemente genera _adivinen_ el capitalismo. Pero mientras los gobiernos no pongan la natalidad, la altísisma tasa de fertilidad (hijos/mujer) entre sus prioridades, las villas argentinas y latinoamericanas no dejarán de crecer. Increíblemente, desde hace al menos medio siglo (¡dos generaciones!) existen los instrumentos médicos para ejercer un eficaz control de la natalidad. Es hora de que se empiecen a aplicar por fuera de la clase media, esa de origen europeo y empobrecida que también se vio en los episodios de Soldati, obligada _por el brutal juego político del gobierno nacional_ a enfrentarse con violencia tribal a los usurpadores del parque, porque veía que también estaban amenazados sus modestos departamentos de monoblock. De hecho, este enfrentamiento de clases _que tal vez sea la mejor clave de lectura del episodio, si se descarta el factor demográfico_, no fue tomado en cuenta, ni de pasada, por la habitualmente aguda observadora que es Sarlo, ni, que yo sepa, por ningún otro columnista o analista del episodio.