miércoles, 28 de noviembre de 2018

Las fotos y las catapultas

Las fotos se han puesto de moda. No las selfies, sino las fotos de políticos en grupo. Todos sentados en una sala luminosa y anónima. Todos sonríen y claramente posan. Sonríen y posan. Es que se los han indicado el fotógrafo y el asesor en comunicación política. Simulan a veces una conversación. De trabajo, faltaba más. A veces hay un jefe; ubicado en el centro mira más allá. Qué inspiración, qué visión, qué equipo, no se entiende cómo no los llama Angela Merkel a su gabinete. Otras son de pares. O no tanto, pero lo que varía es tanto el número como la procedencia. La estética y el mensaje es siempre el mismo.
Pero bueno, a qué viene esta catarata de fotos posadas? Parece que hay algo de lo que sigue: la oposición ha descubierto que no todo consiste en oponerse con el estilo algo violento y rústico de los bárbaros del siglo V. No todo es lanzar lanzas, flechas y disparar catapultas cargadas de piedras al enemigo sitiado, o sea, al débil gobierno, hasta que caiga muerto. Algunos objetan que el gobierno se acribilla solo, sin necesidad de asaltos bárbaros. Pero ese es otro asunto. El caso es que esa conducta bélica queda mal, les han explicado los asesores, los especialistas en comunicación política, esos sumos sacerdotes forjados en charlas TED y dirección de focus group. El objetivo militar del asedio, el derribo y conquista, no resulta fotogénico, es inconveniente para la campaña que se avecina. Dicen incluso que no sería ético. Estos asesores son gente exótica, además de cara. 
Así que los jefes bárbaros dejan por un rato el asedio. Se pacta un armisticio, que puede durar dos horas, dos días o hasta dos semanas, todo depende de cómo vayan las cosas, es decir de qué le saquen al gobierno a cambio del alto del fuego temporal. Además sirve para reparar las catapultas y reponer las flechas. Los jefes de los bárbaros aprovechan para bañarse, afeitarse y hasta peinarse. Luego se visten de traje completo, con corbata incluida. Es que hay que hacer la bendita foto. La foto es la señal enviada a las clases medias. Debe ser de grupo. Pueden ser cuatro los fotografiados, pero también se han visto de 11, casi una docena completa. Todos, y esto es conditio sine qua non, deben sonreír como si acabaran de ganarse la lotería de Texas. O, lo que es todavía mejor, las elecciones presidenciales de 2019. En algunas fotos se pacta la igualdad entre los trajeados. En otras, hay un líder, fotogénico como galán mexicano, en el centro. Los demás son su equipo, que lo mira embobado por, se supone, sus sublimes palabras. Lástima que las fotos no tienen audio así que se pierden esos sensacionales pensamientos del líder con madera de presidente. La luz asimismo debe ser perfecta, la composición también, como en un cuadro del Renacimiento, o mejor del Barroco, más abigarrado en materia de grupos, luces y gestos. 
Es así como se ha puesto de moda la foto política. El mensaje a las clases medias sería este: nosotros también somos centristas y educados como uds desean. Somos los jefes de los bárbaros que asedian al gobierno que uds votaron, es cierto, pero miren qué civilizados que somos. Algo así habrán tramado los longobardos al invadir el norte de Italia, uno imagina. Luego de la sesión y de alguna votación en el Congreso que al gobierno le sale más cara que una central nuclear china, los señores dan una orden muda, con un leve movimiento de cabeza. Y sus huestes retoman las armas. Las tropas de asedio, frescas y repuestas, vuelven a su dura rutina bélica.