domingo, 31 de octubre de 2010
Brasil: el lulismo, un fenómeno de "centrismo social"
Ante todo, y en total contraste con procesos “progresistas” radicalizados que se dan en América latina desde fines de los 90, Lula y Dilma, en su congénito pragmatismo, archivaron los proyectos del ala izquierda del PT: no se habló más, por ejemplo, del “control social” de los medios de comunicación que impulsó ese sector. Dilma, en julio pasado, eliminó toda referencia a esa medida del programa partidario y llenó de halagos a la viuda del fundador del grupo Globo. Asunto terminado.
Un caso de proyección mucho mayor y que realmente puso contra las cuerdas a Dilma, forzándola probablemente al ballottage, fue el del aborto, que los pastores evangelistas impusieron gracias a sus poderosos circuitos comunicacionales. La legalización del aborto figuraba también en el programa del PT, pero lo más comprometedor eran unas declaraciones de 2009 de Dilma en ese sentido. Después de quedarse en el 47% en la primera vuelta, otra vez salió a relucir el pragmatismo a prueba de bomba de Lula y su pupila: ella se mostró acudiendo a misa después de muchos años y aseguró de manera caterógica, mediante una carta pública, que no sólo nunca legalizaría el aborto sino que tampoco lo haría con el matrimonio gay.
El “lulismo” se muestra de esta forma como un gran poder político consensuador, pragmático y policlasista. El liderazgo carismático de Lula es expresión de una sociedad donde los conflictos no se fogonean desde el Poder Ejecutivo, todo lo contrario. Los gobernantes son elegidos para solucionar y atenuar los conflictos, no para agudizarlos y atizarlos desde el atril. El carácter de Lula es emblemático de esto: un negociador nato que siempre se presenta con una sonrisa. La técnica de la polarización constante y la confrontación con sectores elegidos como enemigos, rasgo distintivo de esos procesos regionales más o menos radicalizados, es lo opuesto al modo de hacer política de Lula. A esta idiosincracia conciliadora debe sumarse otro carácter clave del lulismo: su fuerte alianza con la economía de mercado. Cuando Lula llegó en 2003 a la presidencia su continuismo económico con las políticas de Fernando Henrique Cardoso causó el repudio de quienes ansiaban un viraje radical. Son los mismos que hoy se subieron de nuevo al carro de Lula y celebran el triunfo de Dilma, tratando de homologarlo a los “progresismos” radicales, con los que tiene diferencias sustanciales y coincidencias superficiales.
Por otro lado, el de Dilma será un período de liderazgo frío, luego del cálido populismo sentimental y carismático de Lula. Ya se vio en el estudiado discurso de triunfo de Dilma: no había ninguna multitud de militantes vivando, ella no gritaba ni improvisaba, leía serenamente un texto. Le hablaba como presidenta electa a todos los brasileños y no sólo a la base politizada del partido.
Por todo esto el lulismo puede ser visto como una suerte de reformismo social moderado, amigo de la economía de mercado y de talante casi centrista mucho antes que como otra expresión de esa izquierda populista latinomericana. Del lulismo pueden esperarse en estos cuatro años de Dilma una mayor intervención del Estado en algún sector específico de la economía, como la energía, pero también una firme lucha contra la inflación, como ya anticipó Dilma en su primer discurso como presidenta electa. Tampoco dudará en ajustar las tuercas al sector público y al sistema previsonal. Llamar a este moderado programa de gobierno “de izquierda” parece claramente exagerado.
sábado, 30 de octubre de 2010
Se viene Máximo
viernes, 29 de octubre de 2010
Lo que CFK debería hacer para ganar pero no va a hacer
jueves, 28 de octubre de 2010
La jornada del tele-velorio; el carismático post-mortem
miércoles, 27 de octubre de 2010
El operativo Néstor mártir no tiene futuro: el efecto Alfonsín no es repetible
martes, 19 de octubre de 2010
Sarkozy tiene razón
sábado, 16 de octubre de 2010
Instalando a Daniel: ¿al ballottage con Cobos?
jueves, 14 de octubre de 2010
82%: Cleto está de vuelta!
lunes, 11 de octubre de 2010
El Nobel de la Paz: solidaridad cubana y complicidad capitalista con la dictadura china
El bloqueo informativo chino sobre el Nobel a Liu fue total: ni por SMS ni por los buscadores de Internet se filtró la noticia. Ni hablar de los medios tradicionales, como diarios y TV. Sólo se enteraron los chinos en contacto con los extranjeros. Son 1.300 millones de personas sometidas a censura masiva. Fue un claro mensaje de la dictadura china: dio una demostración de cuánto poder tiene sobre la población, de hasta dónde controla el flujo de información, clave para toda dictadura. En Cuba debe haber sana envidia por esa pericia, y ya deben estar averiguando cómo lograron semejante proeza censora. Hasta la dictadura argentina fue más permeable: en 1980 los noticieros de la noche anunciaron, telegráficamente y después de horas de total silencio, el Nobel de la Paz a Pérez Esquivel. Alguien habrá convencido a los dictadores de la Junta que la noticia no se iba a poder tapar indefinidamente.
Pero en el frente ideológico opuesto al de Cuba y Chávez el Nobel a Liu plantea no pocos apuros entre los apogolistas que China tiene en “los mercados”. Aunque nadie desde allí saldrá a solidarizarse con Pekín ni mucho menos, preferirían que este Nobel hubiera ido a otra parte, bien lejos, para no “meter ruido” en una fructífera relación entre capitalismo internacional y régimen dictatorial que tantos jugosos frutos ha dado y dará. Porque es obvio, después de años y años de silencio cómplice, que en esos poderosos sectores económicos que hacen enormes negocios con los jerarcas comunistas de Pekín, no hay preocupación alguna por la democracia y las libertades más elementales, todo lo contrario: apuestan al statu quo que garantiza sus fabulosos negocios. Ellos ya se han asegurado su “seguridad jurídica” holgadamente, negociando con la cúpula comunista antes de invertir en el país. A estos inversores, el poder absoluto del Partido Comunista les asegura altos retornos, garantizándoles los bajísimos salarios que pagan a ciudadanos sometidos por una dictadura. Los sindicatos de fachada que tiene el PC chino aseguran en el terreno ese bajo costo salarial, actuando en los hechos como gendarmes de las empresas ante los trabajadores. El Partido Comunista chino es así el garante de la explotación capitalista a mayor escala jamás vista en la Historia humana.
jueves, 7 de octubre de 2010
Vargas Llosa: el escándalo de un gran novelista liberal
martes, 5 de octubre de 2010
Brasil: movilidad social y competitividad global
Se calcula que ya son un 50% de la población, unos 100 millones de personas, las que integran la clase media brasileña. Se dice que 30 millones entraron a esa franja durante los 8 años de presidencia de Lula. Se habla en Brasil de la “nueva clase C”, la nueva clase media baja. Para estar en ese sector hay que tener un ingreso de entre mil y 2.500 reales mensuales. Se puede imaginar a una familia de la nueva clase media con uno o dos sueldos medios, que en Brasil está hoy en 800 dólares, un departamento alquilado, algo de acceso al crédito y, en algunos casos, un auto económico. Ahí están esos 30 millones que antes estaban más abajo. Un caso de ascenso social a gran escala. Conviene recordar que este proceso se inicia a mediados de los 90, con Fernando Henrique Cardoso, pero desde Lula (2003) tiene una aceleración, entre otros factores por la enorme mejora de la competitividad internacional de la economía brasileña —es cuando muchas empresas brasileñas se vuelven multinacionales de primera línea— el boom mundial de los commodities y una mejora del salario real, que era históricamente bajo en Brasil. También mejora algo, no mucho, la distribución de la riqueza. En suma, una revolución social silenciosa.
Por este camino, el de combinar una pujante economía de mercado con políticas sociales, el Brasil de Lula es el éxito que deslumbra al mundo. Se construyó muy lejos, más bien en las antípodas, del camino confrontativo con el mercado y la democracia representativa, “burguesa”, elegido por el bolivariano Chávez, que está devastando a Venezuela, sumida en una profunda recesión combinada con alta inflación y fuga de capitales. Y luego de su neto retroceso electoral, hace dos domingos, Chávez eligió “profundizar el modelo” con más expropiaciones. Nada más contrario a la política “market friendly” de Lula y Rousseff.
También vale señalar que el camino de Lula no es un retorno, por la simple vía del voto, a los "sueños de los 70", como se ha dicho por estos días en alguna cobertura argentina de la campaña brasileña. Es una simplificación grosera, apoyada en el pasado guerrillero de Dilma o en el de sindicalista de izquierda de Lula. Bastaría comparar la vieja literatura original del setentismo latinoamericano, violenta y autoritaria, con el modelo de democracia de mercado (o sea: sistema constitucional, pluralismo, y economía de mercado) que hoy Lula y Dilma llevan adelante con tanto éxito. Ocurre que se está ante una operación mediática a gran escala. La izquierda recalcitrante latinoamericana, luego de repudiar indignada a Lula en 2003 por su política económica "ortodoxa", por haberse "vendido a los mercados", se ha reconciliado, muy tardíamente, con el exitoso presidente brasileño. Pero no advierten que la misma contundencia del éxito de Lula es el mejor índice del fracaso de su maximalismo dogmático. No se puede abrazar al mismo tiempo a Chávez y a Lula, no son procesos homologables, por más refugio que se busque en los particularismos de cada sociedad nacional. Lula es lo que se ha dicho: economía de mercado con politicas sociales, democracia constitucional con respeto del pluralismo político y división de poderes. Tendrá, por cierto, rasgos populistas y cierto afán hegemónico, como se ha visto en el último tramo de campaña, con Lula peleado con la prensa de mala manera, pero eso entra en la "normalidad" democrática regional, es propio de un presidente latinoamericano que, luego de 8 años, tiene que irse con 80% de consensos, porque así se lo ordena la Constitución. Otro dato que contrasta enormemente con el reeleccionismo vitalicio de Chávez y el resto de los bolivarianos.
Este sector olvida además que las contundentes políticas sociales de Lula se pudieron aplicar a gran escala sólo después de tres presidencias (12 años) dedicadas a la lucha contra la inflación y a consolidar el crecimiento económico (los dos mandatos de Cardoso y el primero de Lula), a lo que se puede sumar, desde 2002-03 el auge de los commodities que tanto benefició al gigante sudamericano y lo proveyó de fondos para expandir un programa social muy costoso, como es Bolsa Familia.
Obviar estos datos históricos y estructurales es sin embargo necesario para forzar la lectura maniquea, setentista, del proceso brasileño, que forma parte de esa reconciliación tardía con Lula. En este procedimiento, se intenta remedar una confrontación del tipo "noventas neoliberales-vs. años 2000 desarrollistas", tomada de la experiencia argentina pero que no es traslabale a Brasil: Cardoso no es ni fue Menem y goza hoy de un altísimo prestigio en su país y en el exterior. Hubo perfecta continuidad entre las políticas económicas de FHC y Lula, y de ahí precisamente la ruptura de 2003 y la crisis interna que hubo en el PT. Claramente, este sector especula con que Dilma haga un viraje estatista y tercermundista, apoyada en el ala dura del PT. Cifran sus mayores esperanzas en un jacobinismo recidivante. Pero esa apuesta es muy improbable: si bien el ala dura del PT se muestra hoy muy activa, Dilma ya ha dado sobradas muestras de moderación y pragmatismo en todos los terrenos. Como jefa de gabinete de Lula durante años sabe muy bien que la economía de mercado y la buena relación con los mercados internacionales son claves para asegurar para el éxito de su país.
Por otro lado, aquel admirable proceso de ascenso social masivo en Brasil contrasta con la inmovilidad social de la Argentina K. Porque, después de tantos años de crecer “a tasas chinas”, y más allá de que resulte imposible desestimar la recuperación lograda a partir de 2002, ¿dónde está esa nueva clase media baja en la Argentina? En ningún lado, no existe. Es evidente que el crecimiento argentino no se tradujo en movilidad social real y concreta, y se quedó en mejora del consumo. Esto se debe en gran medida a la baja calidad de ese crecimiento. Sumar muchos puntos del PBI por sí solo no alcanza. En Argentina hay poca inversión, además, claro, de mucha inflación, de fuerte efecto regresivo, y evidente hostilidad hacia la economía de mercado y sus reglas. A mediados de año, cuando la inflación dio un respingo en Brasil, Lula ordenó medidas monetarias restrictivas. No se puede imaginar nada más opuesto a lo que se hace en la Argentina K.
(*) Hice una ampliación sobre el éxito de Lula y la reconciliación tardía de la izquierda autoritaria con él a pedido de un amigo.
viernes, 1 de octubre de 2010
Ecuador: cuartelazo demencial, no "golpe de la derecha"
¿Hubo o no intento de golpe de la derecha en Ecuador? En un país con dos golpes de Estado en los últimos diez años (pero originados en el otro extremo del espectro ideológico), la hipótesis no puede descartarse. El eje bolivariano liderado por Hugo Chávez promovió esta alternativa desde el primer minuto, incluso antes de tener alguna evidencia, porque su programa es polarizar contra la "oligarquía" y EEUU. Correa hace lo mismopara confrontar internamente, como un modo de fortalecerse.
En cualquier caso, una rebelión de agentes armados del Estado que secuestran nada menos que al presidente es un acto gravísimo, que debe generar alerta general, como efectivamente hubo en todo el continente. Ahora debe hacerse una investigación a fondo y darse una sanción ejemplar a los insurrectos.
Pero la pura facticidad nunca puede dejarse de lado en función de hipótesis a priori. Y al ir a ver los hechos, se juntan dos elementos explosivos que alejan la tesis de un golpe de la derecha: por un lado, una tropa policial acuartelada y en rebeldía por recortes de sus beneficios y privilegios. Eran policías rasos, gente sin formación, ni política ni de otro tipo, sin registro de la gravedad de lo que hacían. El otro elemento fatal fue la conducta del propio Correa, quien en una imprudencia propia de su carácter fuerte se presentó en el cuartel rebelde y les dio un reto a los policías. Los uniformados reaccionaron con el demencial secuestro del presidente.
Analistas locales críticos de Correa, como Martín Pallares, de El Comercio de Quito, desechan de plano la hipótesis golpista (para que haya un intengo de golpe debe existir un "intento manifiesto de derrocar al presidente para reemplazarlo por alguien"), mientras otros recuerdan el modo unilateral de manejar la agenda parlamentaria de Correa, que veta todo lo que no le gusta, y amenaza incluso con disolver la Asamblea.
Por otro lado, un dato clave que muy pocos registran es la actitud durante la crisis del poderoso movimiento indígena ecuatoriano. Este sector fue clave en el caótico proceso político que llevó al poder a Correa, derrocando en el camino a dos presidentes constitucionales (Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez), pero hoy está distanciado del mandatario. Los líderes indigenistas no dudaron en apoyar a los policías rebeldes y en reclamar la renuncia de Correa. Parece claro que, de haberse detectado un serio conato de golpe de la derecha, hubieran cerrado filas con su ex aliado, más allá de sus actuales diferencias.