miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sincericidio de Fidel: esto que construí toda mi vida es una porquería que no funciona

Fidel se sincera: esto que construí en 50 años no sirve para nada ni para nadie, salvo para mí mismo, que me deleito con los delfines, que tengo una clínica toda para mí solo y hago lo que quiero en este país, que es todo, todo mio. El viejo dejó patitieso al periodista que lo noteaba, Jeffrey Goldberg, del The Atlantic. La nota no es una entrevista, sino una suerte de reportaje en primera persona, redactado con mucho sentido del humor. Carece además del menor dejo admirativo hacia el dictador y su vetusto régimen petrificado. Nada más alejado del típico periodismo latinoamericano filocastrista.
http://www.theatlantic.com/international/archive/2010/09/fidel-cuban-model-doesnt-even-work-for-us-anymore/62602/

La cubanóloga que lo acompañó en la aventura de tres días, Julia Sweig, intepreta la declaración de Fidel como un apoyo al supuesto reformismo del joven Raúl, ese denonado aperturista que sueña con los cubanos felices, con un nivel de consumo como el de los cubanos gusanos de Miami, pero eso sí, sin ninguno de esos libertinajes que tienen los gringos degenerados. Puede ser que se trate de una señal, de una jugada, pero puede que no, que se trate de mero espontaneísmo senil. Sumemos la reciente confesión sobre la represión a los homosexuales, y ahora, también a Goldberg, la autocrítica a 48 años de distancia de la crisis de los misiles. Fidel además se solidariza con el pueblo judío y critica a Irán, algo también muy novedoso. Para mí todo esto no es una jugada política de Fidel, como intrerpreta Sweig, sino el sinceramiento de un agonizante, ese espontaneísmo senil. Fidel se sabe en la última etapa de su larga vida, ve todo a su alrededor con un dejo nostálgico y se despide con un sincericidio brutal: "el modelo cubano no funciona ni para nosotros" le dice textualmente al atónito Goldberg, mientras come bocaditos de pescado. Pagaría por verles las caras a unos cuantos al recibir esta noticia. Me imagino la incredulidad y la consiguiente negación ("no, es una operación yanki, mirá al tipo, es un judío yanki, es todo mentira"), reacciones de las que ya detecté vestigios claros en algunas crónicas que daban la novedad (Clarín destacaba el carácter judío del periodista, por ej.) Es que el castrismo argentino y sudamericano es más fuerte que el propio autor del engendro, o sea, Fidel.