domingo, 12 de septiembre de 2010

Por la "sojización" del NE argentino

La radicalización que trajo el kirchnerismo y, que corrió hacia la izquierda a gran parte del espectro político, ha logrado obturar el debate de temas vitales para el desarrollo de las zonas más retrasadas del país. El Mato Grosso brasileño es una pujante tierra sojera. ¿Por qué entonces no "sojizar" el paupérrimo NE argentino, que queda al sur de ese territorio? ¡Herejía!, mejor ni mencionarlo. Te saltan a la yugular: que los pueblos originarios, que los bosques nativos (¿bosques? ¿alguno de estos progres de ciudad estuvo alguna vez en el espinal inhabitable del este de Salta, en Formosa o Chaco?). Llevar la frontera agrícola hasta coincidir con la frontera política del país sería verdaderamente progresista, un paso enorme en el desarrollo de esas regiones retrasadas y tradicionales expulsoras de población hacia Santa Fe y Buenos Aires.
Y como se ve en la Pampa Gringa la soja no viene sola: trae comercio, servicios, plantas de agroquímicos, concesionarias, talleres de reparaciones, de autos y de maquinaria agrícola, e incluso fábricas de implementos agrícolas, de alimento balanceado, etc. Además, al elevar los estándares socioeconómicos regionales, los campos que no se dediquen a agricultura tendrán, por efecto contagio, una ganadería seguramente mejor que la actual, con más "paquete tecnológico", mejor genética, etc.
Pero no, de eso no se habla, es tabú. Son estas cuestiones, que el clima de época instalado por el kirchnerismo sepultó, las que deberán volver a la superficie, una vez terminado este funesto ciclo. Pero esto sólo pasará si el kirchnerismo, una vez desalojado del poder, termina bruscamente su ciclo como lo hizo el menemismo, es decir, si se derrite como un helado al sol y se desintegra, ya no sólo como bloque de poder sino como cultura difusa, como sentido común de la sociedad. Si deviene en un pasado "que los argentinos no queremos repetir", como se dice hoy desde todos los sectores de los ahora denostados años 90. Este cierre brusco, esta mutación, es la única opción para que el país entre a un período de crecimiento no neurótico, como es el actual, donde los mayores creadores de riqueza, como los sojeros y, ahora, los grandes industriales, son continuamente hostigados, descalificados, escarnecidos ante la opinión pública, por el poder político y sus laderos gremiales y comunicacionales. En esa nueva etapa, si finalmente se da, la sociedad argentina, incluida especialmente su clase media, deberá dejar atrás de una vez sus viejos prejuicios anticapitalistas, su desconfianza hacia las grandes empresas, su predisposición a comprar discursos ecologistas ad hoc, para la ocasión, como ocurre con la soja. Un cambio que hoy parece francamente improbable, más aún si se piensa en esa generación de adolescentes que por estos días toma los colegios porteños, una generación formada en las convicciones antimercado y antiliberales de la izquierda nacional, un mal histórico del que el kirchnerismo es sólo la expresión circunstancial.


PS: sobre la sojización se me pasó un tema clave: la propiedad de la tierra. Sojizar hacia el norte sería válido, pero no si se permite la concentración abusiva de la tierra en grandes grupos empresarios, ni hablar si son multinacionales. No, eso daría la razón a la izquierda. Se debe mantener la actual estructura de propiedad, respetar a los pequeños y medianos productores, ayudarlos con créditos para que no deban vender a precio vil, como muchas veces ha pasado en regiones que, gracias a las inversiones de los compradores, después se vuelven productivas y multiplican el precio de la hectárea. Y con las comunidades indígenas igual, hay que integrarlas, explicarles lo mucho que pueden ganar, por ej, dándoles la explotación de tierras fiscales, que siempre hay en el norte. "Convertir" a los pueblos originarios en "minisojeros" entusiastas del mercado, de la soja tránsgénica y de Monsanto: esa sí sería una victoria total. Pero para eso se necesitan inteligencia y astucia. Dos cosas que al fundamentalista del mercado le faltan siempre.