miércoles, 5 de mayo de 2010

Martínez de Hoz: revisitando la historia económica

Martínez de Hoz (MdeH) fue preso. El episodio cuadra a la perfección con los diseños de Néstor. En la construcción retórica del kircherismo, que es lo mismo que decir de la izquierda nacionalista, la prisión para MdeH es una pieza central. El fue "el jefe civil de la dictadura terrorista", apostrofó Eduardo Luis Duhalde. El gobierno K ha logrado constituir como lugar común que la dictadura del Proceso y MdeH, los desaparecidos y la política económica del habitante del Cavanagh, eran las dos caras necesarias de la misma moneda. La desindustrialización de la Argentina fue ordenada por los poderes del capital internacional para someter al país al esquema de la división internacional del trabajo. Se reprimió y asesinó a los militantes del campo popular con el terrorismo de Estado para poder implementar el plan económico de MdeH. Ante la casi hegemonía de este relato es bueno ir a los libros. Ahí está, por caso, "El ciclo de la ilusión y el desencanto", de Gerchunoff y Luchas Llach. Es del 98, aunque desde entonces ha tenido varias reediciones. Los autores son insopechables de sufrir inclinaciones monetaristas u ortodoxas, menos aún de tener simpatías por una dictadura militar, así que su lectura es particularmente útil. En la pág. 349 recuerdan que marzo del 76 fue el primer mes en la historia económica argentina que registró hiperinflación: más del 50%. Se hace luego un articulado panorama del debate teórico de la época, de cómo el keynesianismo terminaba su hegemonía, ante la claudicación de la formula pleno empleo+inflación es igual a crecimiento, que ya no funcionaba más. Surgen el monetarismo y las expectativas racionales, que cuajan después en los gobiernos de Thatcher y Reagan. En la región Pinochet implanta mucho antes un modelo monetarista aparentemente exitoso (colapsará en el 82). En el plano interno, la híper estaba a las puertas, como se dijo, y el estado de hastío de la sociedad con el peronismo de Isabelita y con la violencia no podía ser mayor. Los "militantes populares" de Montoneros y ERP eran totalmente repudiados. De nuevo, hay que recordar el marco de la época para no caer o forzar el anacronismo: casi toda la sociedad por entonces legitimaba el golpe, el cuartelazo, como un expediente político regular, si no legítimo, de hecho válido. Sus propias víctimas civiles, como radicales y peronistas, se turnaban en el rol de golpear las puertas de los cuarteles, como se vio desde el 30 al 76. O sea: lo que hoy es inconcebible era un recurso político de uso frecuente. Si se niega este dato, como se hace en la retórica K, no se entiende nada. Si uno se guía por este discurso neosetentista, el golpe y la dictadura fueron una pura imposición del terror armado militar al pueblo totalmente inerme. Politológicamente esto es imposible, y se sabe hace rato: no hay régimen que funcione una semana sin un alto nivel de consenso social. Esto vale también para las dictaduras, también para Videla, que lograba en el 76-80 el apoyo sustancial de las clases medias y altas, y de más abajo también. Es en este marco interno y externo que MdeH aplica su programa. Gerchunoff y Llach explican que, por ejemplo, la reforma financiera del 77 vino después de 30 años de intervencionismo que hacía que las tasas de interés fueran negativas y que la capacidad prestable de un banco no dependiera de sus depósitos sino de las asignaciones arbitrarias del Central. "Razones de oportunidad y de convicción respaldaban a la iniciativa", comentan en página 359; y en la siguiente: "probablemente el sistema bancario formal hubiera colapsado si no se hubiera introducido una reforma en esta línea".
En cuanto a la apertura comercial y la famosa tablita, llegan como resultado de la total derrota de las políticas antiflacionarias, que fueron gradualistas en el 76, y luego monetaristas, en el 77 (con menor emisión, que no frenó la inflación pero sí causó una fuerte recesión). La tablita fue así un volantazo ante estos reiterados fracasos y no parte de un maquiavélico plan antipopular pensado fríamente en la sede de la Rural. Se anuncia la tablita en diciembre del 78, o sea, a casi tres años del golpe y de asumir MdeH. De manera que fue un segundo o tercer plan, no El Plan. Fijaba una devaluación mensual de 5% decreciente, con la idea de crear un ancla cambiaria para la inflación. También falló, y causó un fenomenal atraso cambiario: la devaluación anual era del 60% y la inflación, del 160%. Todos creemos que el período 76-81 fue una orgía de importaciones y viajes a Miami: no, eso fue al final. La tablita hizo su efecto a lo largo de 1979 y recién en 1980 hay déficit en la balanza comercial por las importaciones, la balanza comercial dio positiva en todo el período 76-79 (este último año, con récord histórico del nivel de empleo y más de 7% de crecimiento del PBI). El 80, en cambio, es el annus horribilis de MdeH y Videla: estalla la crisis bancaria (BIR, Oddone, etc) y llega la recesión por efecto de la tablita; hasta la Sociedad Rural se les pone en contra. Pero todo es más complejo aún, dado que la apertura comercial tampoco fue accidental, fue programática, aunque se fue de madre totalmente con el brutal atraso cambiario. "Resulta curioso que aunque uno de los hechos mas recordados de MdeH es la avalancha importadora, el énfasis inicial de la apertura estuvo del otro lado de la balanza de comercio" (pag 369). O sea, apertura, pero para exportar bienes agropecuarios, a los que se les quitaron las retenciones. Pero sobre las importaciones, el programa fue muy gradualista: inicialmente sólo se puso un techo de 100% a los aranceles. Mucho después, junto con la tablita, en diciembre del 78, se propone un cronograma de reducción arancelaria muy lento, con horizonte en 1984. Además, había un programa industrial automotriz, y no se tocó la promoción industrial ni los cupos de importación. O sea, no había nada extremista ni de shock en la apertura comercial en sí, en la apertura pensada o programada. Los autores recuerdan además que desde los años 30 el comercio exterior como parte del PBI había caído sistemáticamente por el aislamiento proteccionista. De nuevo, como en la reforma financiera, hacer algo en el sentido de lo hecho por MdeH se imponía después de la debacle del modelo anterior bajo Isabelita. Pero aquí también funciona en la historia oficial actual el anacronismo ex profeso. Porque el clima de época de entonces indicaba que el modelo proteccionista-keynesiano estaba agotado, y la experiencia argentina, aún más. Decir que fue una experiencia impuesta por el terrorismo de Estado y las multinacionales contra el clamor del pueblo es una falsedad, y así lo demuestran los autores. Sigamos: la tablita produce un atraso cambiario fenomenal durante 1979 y 80, sin domar a la inflación, ni mucho menos. Gerchunoff y Llach terminan la sección de su libro sin dar una explicación de las razones de la persistencia de la inflación. La encuentro en otro historiador económico, un americano, Paul H. Lewis, quien en "La crisis del capitalismo argentino" (1990) señala que en el período de MdeH "la imposibilidad de reducir el sector de las empresas del Estado y el gasto incontrolado en armamento hizo que durante el gobierno de Videla el gasto público se elevase agudamente, de un 43% de PBI en el 77 a más del 60% en el 79. A la vez, la oferta monetaria se expandió de forma alucinante" (pagina 534). No parecen números de un programa liberal, y explican muy bien la persistencia de la inflación. Recuerda Lewis que al altísimo gasto de Defensa se sumaba el de las industrias militares y de las industrias del Estado que los militares consideraban "estratégicas" y por lo tanto no privatizables, como YPF, siderúrgicas, Entel, entre muchas. En resumen: un cuadro complejo, lleno de matices, muy lejos del clisé de la historia oficial contemporánea.

PS: sobre los medios, lo políticamente correcto y el pasado. Medios como La Nación, o partidos como el de Macri, adoptan ante estos debates necesarios una postura culposa, silenciosa. En el caso del diario, están a la defensiva porque saben que les "hacen un archivo" y listo. Apoyaron el golpe, apoyaron el Proceso y apoyaron a MdeH. En el caso del macrismo, o sea, el nuevo centroderecha porteño, se desvive por no quedar en off side y así cae en el chantaje políticamente correcto todo el tiempo. Es un partido construido con demasiado marketing y casi nula cultura política, y se le nota. Y si se dejan correr continuamente por izquierda, no están en condiciones de dictar una agenda firme y clara. Y de hecho, no lo hacen nunca.