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Anexo polémico (el lector que esté satisfecho con el tramo anterior puede cortar por la línea de puntos)
Y más allá de este caso, la dogmática del economicismo nos dice que siempre es mejor menos Estado que más. Que el Estado debe limitarse a dar seguridad y justicia, y, tal vez, algún otro bien esencial, nada más. Este discurso despotrica contra "la política", como acaba de hacer el ex Chicago Boy Boudou. Sucede que en la escena pública existe un sujeto, institucional y político, que es el Estado. Cuando se invocan a las instituciones, a la Justicia, al Congreso, etc, lo que se hace es invocar a los poderes del Estado. Del Estado democrático liberal, por supuesto, pero del Estado al fin. Y acá viene un punto clave, se invoca al Estado demo-liberal contemporáneo, no al de 1850. Y este Estado moderno tiene, además de su núcleo de tres poderes políticos, una espesa trama que, por un lado, provee de bienes públicos y, por otro controla y regula la actividad privada. Entre esos bienes públicos están, claro, la educación y la salud, y, en los países avanzados, la protección social para quienes se quedaron afuera del circuito económico. Entre los órganos de control podemos citar a los que controlan los medicamentos, los alimentos y un largo listado de bienes; también están los que controlan la defensa de la competencia y la provisión de bienes esenciales como electricidad y agua. Sumemos una extensa normativa que va desde la protección del patrimonio arquitectónico a los horarios de apertura y cierre de los boliches, entre una infinidad de actividades. Y podríamos seguir enumerando por un largo rato. Que este afán regulador se desmadre y tienda a la hipertrofia, todos los sabemos. Ahí está la UE y su arrogante burocracia de Bruselas. Pero el hecho es que cuando se habla hoy de un tipo de política concreta a seguir, tácitamente se hace referencia a un Estado democrático con todo este tramado regulador. Nadie, ni el PP español, ni los republicanos americanos, ni los tories ingleses, ni Piñera en Chile, se plantean, ni por un segundo, gobernar sin esa trama reguladora. Hecho político que deja reducida a una entelequia políticamente irrelevante la noción de una economía privada pura, de sujetos económicos actuando libre y etéreamente, sólo condicionados a "la ley moral dentro de mí" de Kant. Aquella realidad contemporánea contundente manda al trastero de los dogmas vacíos a esa ideología de salón que, inexplicablemente, tiene tanto éxito en ese mundo cerrado y pequeño de las fundaciones y academias privadas. Es este más un fenómeno antropológico y cultural que político, y por lo tanto tiene escasa importancia práctica. Debo agregar que, al menos para mí, tampoco tiene alcance o relevancia teórico-filosófica. Pero esto ya lo dije antes.