jueves, 21 de febrero de 2008

Buena prensa para un viejo dictador

Un panneo por los medios argentinos en estos días de saturación mediática sobre Cuba ratifica que Fidel Castro, el viejo dictador, sigue teniendo buena prensa, y en abundancia. Solo los medios muy "gorilas" se atreven a llamarlo dictador, al dictador. Lo mismo pasa con la dirigencia política. Ahí están desde las alabanzas del ex cavallista Alferto F. a los tiernos elogios de ese gran demoledor de partidos que es Raúl Alfonsín. Quien, de veras, se quedó en los 80. Alfonso, ya por aquellos tiempos, creó tremebundas agarradas en las reuniones de la Internacional Socialista al defender declaraciones lavadas hacia la dictadura castrista. Es que los socialdemócratas europeos ya habían dejado los eufemismos de lado y al régimen cubano le reclamaban democracia. Cierto, con menos énfasis que en los 90 o ahora, pero ya lo hacían. Un índice, entre muchos otros, del subdesarrollo político argentino y sudamericano puede ser éste, el del trato que dispensan a la dictadura de Fidel los presidentes y dirigentes políticos.
Solamente equiparable a la defensa, patética, que en Europa hacen los todavía-comunistas, una minoría decreciente elección tras elección. Que ya no se atreve siquiera a llamarse así: el vetusto PCE se cobija bajo una falsa alianza, IU; en Italia, es aún más patético el cuadro: los dos mini-partidos comunistas y dos micro-formaciones acaban de crear, a las apuradas, una nueva "cosa roja": la "Izquierda arcoiris", nombre que parece más propio de una agrupación gay o de un club de señoras que se reúnen a tomar el té. Cuesta creer que duros comunistas que bancaron la represión en Checoslovaquia militen en sus filas, pero así es: es el caso del candidato a premier, el veterano Bertinotti, uno que en el viejo PCI disciplinó las filas ante la masacre de Praga. Hoy se dice comunista libertario, o alguna estupidez parecida.
Volviendo a Fidel, pero siguiendo con Italia, cuenta Rosanna Rossanda, una de las fundadoras del diario Il Manifesto, que cuando visitó Cuba en el 67 Fidel no tenía ni idea de que a Trotzky lo había mandado matar Stalin. Y no por hacerse el burro, dada su alianza con los stalinistas, sino por auténtica ignorancia. "No tenía casi cultura socialista ni conocimientos de la historia soviética" asegura Rossanda. Y es para creerle, dado que el mito del Fidel sabelotodo solamente funciona entre ignorantes latinoamericanos. Ningún hombre de la izquierda europea tomó jamás muy en serio a Fidel, no al menos en el plano intelectual, más allá de venderlo muy bien como líder revolucionario modelo (para Sudacalandia, claro, no para ellos). Acá, en contraste, muchos tienen a sus discursos y a sus crepusculares "reflexiones" en el Granma como palabra revelada. En fin. Es nuestro destino manifiesto.