martes, 31 de agosto de 2010
El dualismo K destruye la normal competencia democrática
miércoles, 25 de agosto de 2010
Un apunte sobre los modelos de prensa en debate
De esta compleja conjunción histórica surgen, en 1998-99, Chávez; en 2003, los Kirchner; Evo en 2005-06; Correa en 2007; Lugo en 2008. Dejamos de lado a Lula, porque su gobierno no nace como respuesta a una crisis, dado que Fernando Henrique Cardoso le entregó el sistema económico y político andando a pleno régimen, y porque (precisamente por esa falta de crisis previa) no comparte las características autoritarias y antimercado de los demás citados. Lo mismo vale para Uruguay, con Tabaré y Mujica.
En los otros casos, en los que una izquierda populista y autoritaria llega al gobierno, todos tienen un leit motiv, que es parte de aquel mínimo común denominador: denuncian que la prensa distorsiona, miente, tergiversa y, de ese modo, manipula a los ciudadanos. Chávez es el campeón mundial de este discurso, pero ni Correa ni Evo le van muy en zaga. También, en todos estos casos, el cambio de un sistema de prensa independiente, o sea, de empresa privada, se plantea como una necesidad insoslayable para que avance el nuevo proyecto político, que sería por fin, el de la auténtica democracia. Destruir a la prensa tal como la conocemos es necesario entonces para avanzar en el proceso "emancipatorio". Así ocurre con Chávez, con Evo, con Correa, y, innecesario es decirlo, así es con los Kirchner.
Lo que se ataca en todos los casos es, efectivamente, un obstáculo: para desmontar a la democracia representativa hay que destruir el ejercicio del periodismo tal como se concibe en ese sistema político, y eso es lo que hacen o intentan hacer todos estos gobiernos, en diverso grado y estilo (por ej: Chávez apuesta todo a los medios comunitarios, los K, por ahora juegan a comprar o cooptar medios privados y dejan a los medios comunitarios en espera, dentro de la futura ley de medios). Pero todos ellos se envuelven en una retórica del "campo popular" para desde ahí caracterizar a las empresas periodísticas como agentes de la manipulación informativa, de la construcción de un falso consenso en torno a la democracia representativa, que es falsa democracia, una parodia montada por las "oligarquías" (Chávez) o una democracia castrada y condicionada (los K, Carta Abierta).
Un buen ejemplo de todo esto puede verse, en Argentina, en los grupos que, amparados por el enorme poder oficial, impulsaron e impulsan la ley de medios. Según este planteo, siempre presentado con empalagosos despliegues retóricos sobre la heroica lucha del campo popular (campo que, curiosamente, está normalmente poco poblado, salvo cuando, como ahora, llueven los dineros públicos) contra los poderosos medios de comunicación privados, presentados como "monopolios". La prensa privada es el enemigo a batir por una razón sencilla: son los únicos medios que, por definición, son independientes del poder político (salvo que hagan acuerdos espurios, claro está), por eso se los opone a los medios "comunitarios", "populares", que son todos rigurosa y militantemente oficialistas, subordinados al poder central del nuevo "proyecto". Pese a esa uniformización, son presentados como medios de la sociedad civil que se opondrían a las odiadas empresas privadas, que son factorías de legitimación y reproducción del capitalismo. Valgan como ejemplos las radios y otros medios comunitarios chavistas, controlados con disciplina militar por ese régimen; o los nuevos medios K que pululan en Argentina, como el pujante grupo Szpolski, provistos de publicidad oficial como casi único pero jugoso ingreso. Acá hay un pequeño cortocircuito teórico para los propagandistas del campo popular, porque en este segundo caso se trata de empresas privadas, aunque rigurosamente disciplinadas y puestas al servicio gubernamental. No importa, todo aporta en esta lucha maniquea: son etapas del proceso, se aduce; también Chávez tuvo y tiene sus burgueses a sueldo, pero ya sabemos cuál es la tendencia de fondo. Además, las contradicciones teóricas, como se sabe, poco importan al matrimonio Kirchner. A los medios comunitarios se los presenta como agentes sociales que inyectarían diversidad y, sobre todo, verdad en una comunicación sesgada a favor del capital y los "grupos concentrados". Pero basta ver la uniformidad y la bajísima calidad de estos "nuevos" medios, meros propagandistas del gobierno que los financia, para darse cuenta que no son precisamente un avance sobre el sistema de medios que pretenden superar. Además, resultan infalibles en espantar audiencias, como comprueba Chávez al destruir al popularísimo RCTV y suplantarlo con un canal estatal que nadie sigue.
Así que, hecha la comparación, resulta mejor, mucho mejor, el sistema de medios propio de una democracia representativa madura: valga el ejemplo, culturalmente muy cercano, de España, pero también se podrían citar a los demás países europeos, a los EEUU y los demás países sajones. El amplio pluralismo político de esas sociedades se refleja en un pluralismo de medios que presenta una rica paleta de opciones al ciudadano.
Este punto, el del pluralismo de medios, lleva a otro que también fogonean los partidarios de la ley K de medios o los medios bolivarianos chavistas. Falsamente, reclaman a los medios privados independientes por una presunta "censura" que sufrirían sus periodistas por no compartir la línea editorial que impondría, autoritaria y verticalmente, la propiedad, o sea, el capital. Pero ocurre que en los sistemas de medios de las democracias, especialmente en las avanzadas pero también, con menos abundancia y variedad de medios, en las menos desarrolladas, el pluralismo de medios refleja el pluralismo de los lectores. Y el de los periodistas. Así que, normalmente, el periodista liberal tenderá a trabajar en un medio liberal; el socialista, en uno socialista, el católico en uno democristiano, etc. Una obviedad, pero hoy es muy necesario recordarla ante esta acusación falaz. En la democracia, el pluralismo es, ante todo, de los medios; luego, dentro de cada uno de esos medios, el periodista debe acatar la línea editorial, que impone el propietario, pero que a su vez no puede esgrimir como un dogma ni como un poder indiscutible, sino como un conjunto de valores con los que sus lectores se sienten representados. De ahí que sea ilegítimo esgrimir la autoridad que da la propiedad para, por ejemplo, dar arbitrariamente espacio a un grupo político por encima del valor informativo que pueda tener. Eso no es línea editorial, es "hacer negocios", vender espacio a cambio de dinero o favores políticos. Corrupción, bah.
Por lo demás, en todo medio con una Redacción más o menos numerosa, existe un visible pluralismo interno: vaya como ejemplo el diario La Nación, donde uno puede leer a una obamista convencida, como la corresponsal en Washington, Pisani; o a una crítica feroz de Sarkozy en París, Corradini; a un progre de manual, como Fernández Moores, en Deportes; y a la vez a gente bien de centroderecha en Economía y en gran parte de Política. Lógico, no hay ni puede haber en esa Redacción kirchneristas ni chavistas, pero existe un amplio espectro dentro de los valores políticos democráticos.
martes, 24 de agosto de 2010
Papel Prensa: ni expropiación, ni intervención, apenas una denuncia y un proyectito de ley
lunes, 23 de agosto de 2010
El día de Papel Prensa
sábado, 21 de agosto de 2010
Potosí: Evo, víctima de su propia fórmula
Esto lo publiqué hoy en el diario donde trabajo:
El reciente conflicto en la región de Potosí señala el creciente protagonismo de los reclamos regionales en Bolivia, de la mano de los movimientos cívicos. Es la misma dinámica que en 2003-06 impulsó a Evo Morales desde su rol regional de dirigente de los campesinos cocaleros de Cochabamba a la presidencia de Bolivia.
Ahora esa dinámica que él usufructuó se le ha vuelto en contra. Este jueves Evo tachó de "traidores" a quienes desde su formación política, el MAS, apoyaron en Potosí la rebelión cívica. El calificativo refleja la frustración del presidente ante la que es tal vez su peor derrota en cuatro años y medio de presidencia. Porque poco puede hacer, más que quejarse y amenazar, dado que reprimir a mineros, amas de casa y estudiantes como los de Potosí destruiría ipso facto, no ya su imagen, sino su misma legitimidad, y levantaría a las otras regiones del país.
El dilema de Evo demuestra cómo este tipo de procesos, por fuera de los cánones y mecanismos de la democracia constitucional representativa (es decir, liberal) llevan con rapidez a una situación ingobernable aún para sus propios beneficiarios. Evo, en este caso. Como se dijo, él nace políticamente de este modo de plantear el conflicto social y de hacer política, llega al poder gracias a la legitimación de esta modalidad, la de la violencia del bloqueo y las tomas de edificios públicos y empresas, y ahora la sufre en carne propia.
El sociólogo boliviano Salvador Romero Pittari ve a la Constituyente querida por Evo como origen del problema. Esa asamblea pasó por múltiples irregularidades y violencias antes de parir la nueva Constitución. "Allí se buscó sustituir una forma de organización política, social, caracterizada como neoliberal, por otra comunitaria, plurinacional, descolonizadora, que puso en el centro de la escena, antes que al proletariado, a los movimientos sociales regionales, étnicos, comunitarios, de minorías, cercanos a la idea de «multitud» de los filósofos neomarxistas", como Toni Negri, apunta Romero Pittari.
La disfuncionalidad de esta propuesta con la gestión diaria de un país resultó evidente a poco de andar, y Potosí la pone dramáticamente en escena a costa de Evo, impulsor de la nueva Constitución movimientista, multiétnica y antiliberal. El analista boliviano remacha: "La ilusión de creer que el poder constituyente es una fuerza expansiva, que produce la Constitución y luego las leyes, que se identifica con las políticas, no pasa históricamente de ser una ilusión ideológica. Ni los gobiernos ni los ciudadanos resisten los desbordes permanentes, como constata el régimen actual, que sufre el rechazo de sus leyes, del orden que propone, por los mismos movimientos populares que consagró constitucionalmente".
Es que en aquella Constituyente, "se creyó posible conciliar la efervescencia, la libertad de un momento excepcional de la política con el funcionamiento del orden normal. Dilema que las grandes revoluciones del pasado no consiguieron resolver". Asunto viejo como el siglo pasado, más, como la primera mitad del siglo pasado.