miércoles, 30 de septiembre de 2009

Terrabusi y la ley de medios

El conflicto de Kraft-ex Terrabusi sirve, también, para cuestionar a la ley de medios del gobierno. Sí, porque cuando estalló el asunto en toda su magnitud el viernes pasado, Télam y Canal 7 simplemente silenciaron el tema, pese a estar frente al peor conflicto laboral en años. Fue un reflejo condicionado, literalmente hablando: no tenían directivas claras de arriba, entonces, bueno, bajo perfil y a silbar bajito. En Canal 7 trataron ese día el asunto como tratan los debates en el Senado: recortando imágenes a piacere y en dosis mínimas. Nada de policías pegando palos ni mucho menos cargando a caballo. Al día siguiente, sábado, Página 12 tenía evidentemente temas más importantes que tratar. Mientras Clarín, Crítica y La Nación le dieron el lugar dominante en la tapa a Terrabusi, para ellos sólo mereció un titulito. El tema principal eran los presuntos éxitos internacionales de Cristina en el G-20, con columnas de Pasquini y Cía. Adentro sólo había una crónica, casi anglosajona, y nada de opinión firmada. Que el diario emblema de la izquierda argentina haya ninguneado todo un fin de semana al conflicto de Terrabusi es para detenerse a pensar. Solamente esta semana, el martes, Página le dio tapa, cuando ya tenía "línea" de arriba. Hoy, miércoles, hicieron tapa con una entrevista a Tomada. Es que los verdaderos patrones de Página tenían que tomarse su tiempo para decidir y posicionarse, así que sus empleados, los periodistas de Página, tuvieron que esperar y entretanto mirar para otro lado. De nuevo: esto pasó y pasa en Página, el diario emblema de la izquierda argentina y ante el peor conflicto laboral en años que se ve en el país. Si el gobierno se comporta así con los medios que domina y niega el conflicto social al mejor estilo de un dictador tropical, hasta que la realidad misma se impone y le impone el tema, bueno, debería llamar la atención de quienes apoyan la ley de medios, alegando que abrirá espacios para los "sectores populares", para las luchas sociales, precisamente. Y lo que pasó estos días con la cobertura de Terrabusi por los medios dominados por el gobierno indica que, como los demás temas, también el conflicto social será tapado y manipulado groseramente desde el poder K el día que tenga el paisaje de medios que desea gracias a la nueva ley. Ley que estos sectores apoyan en la ingenua creencia de que, justamente, hará lo que, ante la primera explosión social seria de la era K (campo aparte), no hizo. La izquierda honesta y democrática, que existe (aunque la gran mayoría de los que apoyan la ley sólo está militando y especula con hacer méritos para recibir premios en el futuro) y que por lo tanto razona con independencia, debería plantearse seriamente este problema, este anticipo que significó el tratamiento del caso Terrabusi por el sistema de medios K.

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Sobre el conflicto de Terrabusi en sí, hay mucha tela para cortar. Las principales conclusiones ya se han dicho y expuesto: que el conflicto social le estalló al gobierno en la cara, porque está habituado a controlar gremios y piqueteros; que esto es la punta del iceberg, porque la crisis, negada por el gobierno y sus epígonos, pero plenamente instalada y cronificada, está pegando durísimo entre los trabajadores. Y que se juntaron el hambre con las ganas de comer: una interna troska con una patronal dura y arrogante. Acá se puede comenzar a aportar algún apunte propio: la izquierda dura, como los del PTS o el PCR, no van por las reivindicaciones concretas y puntuales de una fábrica, como Terrabusi. Para ellos, todo conflicto laboral, especialmente en una fábrica de grandes dimensiones como esta, es una oportunidad de oro para agudizar el conflicto social en general y hacer estallar la lucha de clases. Así que un delegado de fábrica, antes que confrontar y negociar con la patronal para lograr mejoras para sus compañeros, va a priorizar ese plan general de lucha contra el capitalismo. El reclamo laboral puntual no es más que una chispa a la que hay que acercarle combustible. Por esto, tal vez, es dudoso que los 2500 trabajadores de Terrabusi apoyen el conflicto, al menos en la fase aguda que tomó en los últimos 30 días. Normalmente, los trabajadores apoyan las posturas maximalistas sólo cuando están ante la perspectiva de cierre de la planta. Si no, si ven del lado patronal garantías relativas de continuidad laboral y cierta razonabilidad (que a los tipos de Kraft les ha faltado totalmente), prefieren terminar el conflicto y volver al trabajo. Pero si aún así la izquierda radical es votada por los muchachos de las fábricas, rompiendo la hegemonía de la dictadura sindical de la CGT, es porque ven en los troskos a tipos medio zarpados pero honestos, que contrastan con las groseras traiciones y aprietes mafiosos de los burócratas cegetistas. Y, se sabe, las patronales prefieren toda la vida a un corrupto negociador que a un honesto radicalizado e incomprable. Lo deseable no está a la vista: sindicalistas honestos, democráticos y equilibrados y patronales ídem. En Argentina no se consigue: tenés a Zanola o a los del PTS, y del otro lado tampoco es alentador el paisaje (salvo excepciones, parece que no aprendieron nada). Teniendo en cuenta que la crisis es profunda, que la recesión está instalada y que la recuperación será lenta y muy limitada, hay que pensar que los casos como Terrabusi se multiplicarán al ritmo de la agonía K.