lunes, 16 de mayo de 2011

Bin Laden y el juridicismo imposible

Esta columna la escribí hace unos 10 días, o por ahí. En donde debería haber sido publicada no salió, por las razones que fueren. Así que la pego acá.

Figuras de procedencia y culturas tan disímiles como el columnista norteamericano Charles Krauthammer y la periodista catalana Pilar Rahola señalan, a propósito del debate global sobre la muerte de Bin Laden, un punto clave. Que se trató de un acto de guerra. Legítimo. Caracterización que deja afuera el arduo debate sobre la “ejecución extrajudicial” del jefe de Al Qaeda. El editorialista del Washington Post afirma esta posición con toda la frontalidad y dureza de un “americano”; Pilar Rahola la formula desde su humanismo europeo antitotalitario, más sensible a los dolores del mundo, que la guerra siempre agrava.
También la Casa Blanca ha tomado esta línea argumental, a través del secretario de Justicia, Eric Holder. La postulación _o falacia_ que sostiene el sector contrario a la operación parte de creer que el mundo se comporta, también en sus zonas más calientes y poco dadas a la modernidad occidental, como si fuera una suerte de Unión Europea, como si se pudiera proceder allí con el derecho penal ordinario. Llevado al extremo, este juridicismo radical afirma que Bin laden debería haber sido extraditado: esto es, que una comisión de la Interpol hubiese debido presentarse un buen día en la casa fortificada de Abbottabad, con una orden de arresto. “Permiso, ¿Sr. Bin Laden?” Resulta fácil imaginar las risotadas de los oficiales de inteligencia pakistaníes que le daban cobertura a Osama ante estas hilaciones abstractas. No, Bin Laden y Al Qaeda estaban y están en guerra con EEUU, como lo vuelve da demostrar el atentado kamikaze de Pakistán en represalia por su muerte. Afganistán y Pakistán (Afg-Pak, según la contracción de uso en los medios estadounidenses) es el frente principal de esta guerra. Pakistán es a su vez la retaguardia de los talibanes afganos y de sus aliados qaedistas.
Está claro, en todo caso, que el vacío legal y la total ausencia de un real orden policial- judicial internacional, habilita a las operaciones de guerra contra blancos bien demarcados y legítimos, como fue este caso. El hecho de que la decisión la haya tomado un poder democrático y de la manera más transparente posible, le agrega un valor no menor. La transparencia adoptada por los EEUU ha sido extrema: se conocieron y se debaten todos los detalles del operativo. Este es el máximo de transparencia _y de legitimidad o licitud_ posible del sistema internacional y del actual nivel de desarrollo civilizatorio, y es el que utilizó Obama al dar su OK a la operación.
Si se tienen dudas, vale hacer el ejercicio imaginario del contraste con otra potencia, no democrática, ante el mismo predicamento. Si la superpotencia del caso Bin Laden hubieran sido China, Rusia o India, simplemente no existiría el actual debate global. La operación se hubiese hecho al estilo KGB, y basta. Luego se hubiese anunciando el logro mediante un comunicado y alguna declaración de Putin, por ejemplo, pero sin dar pie a la discusión, al debate sobre lo hecho. Ni hablar de los detalles del tipo “admitimos que no estaba armado, pero tenía cerca su fusil” ¡Cómo se deben reír de estas cándidas confesiones anglosajonas rusos y chinos!
El sistema internacional siempre tendrá potencias y superpotencias, y estas se dividen en democráticas y autoritarias; en occidentales demo-liberales y asiáticas o euroasiáticas con sistemas políticos y valores autoritarios. Y desde el punto de vista de los valores democráticos y civilizatorios, es mejor que la potencia dominante o superpotencia sea demo-liberal y occidental, dado que siempre, como ocurre ahora, buscará un punto de compromiso entre sus necesidades y exigencias estratégicas y esos valores. Cuando en el futuro sea China la superpotencia única, según se pronostica ligeramente (aunque a este difundido tópico habría que revisarlo, y muy bien), entonces los despreciados valores demo-liberales serán seguramente extrañados por muchos que hoy, aún siendo demócratas sinceros, profesan un ferviente antiamericanismo.
El modelo de potencia liberal-democrática que encarna EEUU ofrece así el mejor compromiso entre los valores jurídicos, la esfera del deber ser, y lo opuesto al imperativo categórico, lo que es y _a su modo_ también debe ser, la pura facticidad de la Historia.