martes, 22 de febrero de 2011

Kaddafi, genocida y antiimperialista

Pego acá una columnita que logré publicar ayer sobre Kaddafi. Escrita a las apuradas, le faltan precisiones, como la defensa del dictador que hizo Venezuela al desmentir que estuviera en el país, y la histórica relación con Fidel Castro.

Kaddafi, genocida y antiimperialista

Que se haya hablado ayer como versión firme de la fuga a Venezuela de Kaddafi es todo un índice. Kaddafi, como otros dictadores del Proximo y Medio Oriente —los de Siria e Irán, por ejemplo— pertenece a la internacional antiimperialista y tercermundista. Su caída inminente es una novedad: hasta ahora los autócratas derrocados eran pro occidentales (Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto). Mientras Occidente —mucho más EEUU que Europa— salió rápidamente a quitar su apoyo a estos dictadores y exigirles reformas, la postura del tercermundismo tardío es ambigua sobre Kaddafi: se trata de uno de ellos, al fin y al cabo. La represión bestial ordenada por el coronel libio lo vuelve totalmente indefendible, ni siquiera de soslayo, pero la historia común pesa y revela mucho.

Si bien Kaddafi firmó la paz con Occidente luego de un largo proceso de aproximación que se selló con la liquidación de su programa nuclear secreto y la entrega de los terroristas de Lockerbie, nunca renegó de su panarabismo, de su particular “socialismo”, ni de su falsa democracia popular, todas marcas registradas del tercermundismo de los 60-70. Su régimen es una supervivencia de los tiempos del poscolonialismo tercermundista, proceso que, queriéndolo o no, fue parte de la Guerra Fría. La influencia soviética en el panarabismo fue profunda y modeló en gran medida las ideas de sus líderes, como Nasser, aunque este no dudara en masacrar a los comunistas egipcios. Kaddafi, como es sabido, se consideró siempre un discípulo de Nasser. Mucho después, en los 90, ante la ola islamista y la caída en el olvido del panarabismo laico-socialista, hizo un viraje híbrido, que nunca convenció a sus enemigos islámicos de la región de Benghazi (la antigua Cirenaica), corazón de la actual rebelión. La renta petrolera y sus malabarismos le permitieron mantener el poder absoluto desde 1969 hasta hoy. Obama encabezó el desmarque neto y tajante de EEUU de Ben Alí y Mubarak, y empujó a la tibia Europa. Ahora le toca al eje bolivariano y a sus aliados antiimperialistas: Siria, Irán, Bielorrusia y otras dictaduras igualmente horripilantes.