sábado, 4 de abril de 2009

King Crimson una tarde del...75?

Escucho Starless and Bible Black, de King Crimson, de 1974. Especialmente los temas 4 y 5 me resultan literalmente inolvidables. Posiblemente los haya escuchado por primera vez en el 76, o el 75, no recuerdo con precisión. En mí, estos temas y este disco quedan inextricablemente ligados a la adolescencia, a mi casa paterna, a mis amigos de entonces, a mis hermanos, etc. Pero, claramente, la valoración del arte, en este caso del gran rey Crimson, no pasa por ahí en términos objetivos, es decir, estéticos.
Sin embargo, como pienso que la Mismidad, la Propia Vida como Tal es el gran asunto de toda filosofía del sujeto, de toda filosofía última, es decir, del filosofar que no remita a la Alteridad, a los Demás, a la consideración rigurosamente estética se le debe agregar o superponer la valoración, en esta suerte de mirador estereoscópico que es la propia vida revisitada, logrando así un Unicum que sólo puede cumplir el sujeto libre sobre sí mismo: la Mismidad, precisamente, en su pleno actuar. (Ahí llega el tema que da título al disco: un largo crescendo de 9 minutos). De nuevo: no es la consideración técnica la que cuenta, de cómo se arman los temas, las entradas de cada instrumento, etc. Me interesa solamente el acto de imbricar la escucha en mi pasado. Sin dudas, si fuera musiquita pueril esta operación se podría hacer, pero no tendría ...espesor. Creo que es el término más feliz. Bien, digo: en muchos pasajes crimsonianos hay una nostalgia que se presta enormemente bien para esta operación evocativa. Puede que alguno logre la misma evocación profunda con, no sé, un cantante romántico italiano de su juventud. Aquí se abre, implacable, el abismo de las subjetividades: nunca sabré realmente qué vivencia tiene el Otro. Se puede escribir una montaña sobre la Intersubjetividad, sobre la construcción social del sujeto, etc. Pero el conocimiento del Otro en su flujo de vivencias siempre tendrá un fuerte dejo de hipotético, de supuesto. Dado que se hace desde el Mí-mismo. De vuelta a Crimson: a mí me evoca de inmediato una visión del jardín de mi casa, del living, donde sonaba el equipo de música, del sol entrando por las ventanas. Si me esfuerzo, hasta puedo recordar las tazas de café (no, en realidad no puedo: barrunto su materialidad, casi la alcanzo, pero no se termina de realizar la imagen) que nos hacíamos en la cocina. Puedo recordar vagamente la ropa que usábamos (las remeras a rayas horizontales, las zapatillas flecha), el lejanísimo verano del ...75? Y en todo eso suena Crimson, la guitarra de Fripp, catalizador de este fabuloso y frágil ensueño. ¿Cómo entender, y aún más, cómo explicar y fundamentar, que en esta experiencia de rememoración está todo el Ser de una persona, su jugo, su núcleo y esencia?