martes, 19 de julio de 2011

Eurocrisis: el caso griego. Que todos paguen los platos rotos. Los bancos también

El pasado domingo publiqué esta columna sobre la crisis europea. Sínteticamente, digo que los griegos se tienen que ajustar el cinturón, en especial sus empleados públicos. Pero que el ajuste también debe ser para los bancos y financistas. También ellos deben perder: las finanzas son una inversión de riesgo. Prestaron mal y deben perder, no como quieren el FMI, BCE y demás, que buscan un resultado indoloro para la banca.


La crisis de Grecia, claramente desbordada esta semana hacia España e Italia, ha llevado a reiterar el paralelo con la Argentina de 2001, como un modo de advertir que los ajustes ortodoxos deben evitarse a toda costa. Pero aunque sea impopular hay que decirlo: el ajuste griego se debe hacer, independientemente del FMI y los"mercados", porque el país vive desde hace muchos años muy por encima de sus posibilidades. A su vez los bancos deben pagar por financiar a Grecia y a los otros Estados que, recién ahora, descubren que son insolventes. Resulta evidente que es necesario ver los dos lados del problema, y no quedarse con uno solo, como se hace habitualmente.

Estas sociedades europeas en crisis —Grecia, Portugal, Irlanda, en menor medida España e Italia— gozan de un standard de vida superior al que sus economías pueden generar genuinamente. La diferencia se paga tomando deuda, procedimiento que de tan rutinario ya se daba por descontado. Hasta ahora. El ingreso al euro, por razones puramente políticas en el caso de Grecia (y antes al Mercado Común y luego a la UE) explica gran parte de ese desfasaje. Fue como si un cliente que apenas califica recibiera una tarjeta de crédito sin límite de gasto. Sin el crédito a tasas mínimas que llegaba gracias a pertenecer a la Eurozona, Grecia no hubiera acumulado la fenomenal deuda pública que hoy le resulta impagable. Los otros países en problemas presentan cuadros similares, si bien menos graves. El diferencial de interés con el bono alemán era aceptable para todos, mercados y Estados endeudados. Un mundo feliz al borde del precipicio.

Receta recesiva. Asimismo, la "receta neoliberal" aplicada al paciente por el FMI y el BCE es efectivamente recesiva. No podría ser de otro modo, cuando se exige restringir el gasto público y privado y recortar los salarios. Eso es quitar demanda agregada, y por lo tanto actividad económica, puntos de PBI, por más que esos puntos estén constituidos de mala manera (sueldos de interminables empleados estatales, obra pública farónica, etc). Se toma este carácter recesivo como razón suficiente para rechazar in limine el ajuste fondomonetarista. Pero en el mundo real las alternativas, desgraciadamente, son pocas. Imprimir euros por miles y miles de millones y enviarlos a Atenas para que los griegos sigan como hasta ahora, y luego hacer lo mismo con irlandeses, portugueses, españoles, etc, que es la propuesta tácita pero obvia de Paul Krugman y el resto del ruidoso equipo "No al ajuste ortodoxo", llevaría rápidamente a la ruina definitiva de la Eurozona y de Europa misma.

La mala praxis griegas con sus cuentas públicas, conocidas recién en 2009 (resultó que el déficit de ese año era del 15 por ciento, no del 6 por ciento como decía Atenas), indica a las claras cuál es el nivel de gestión pública griego. Grecia es una economía del turismo generosamente suplementada por los eternos "fondos estructurales" de Bruselas. A este mix tradicional se sumó luego la plata dulce que trajo ser miembro de la Eurozona y esos números públicos maquillados descaradamente. De manera que el ajuste es inevitable, guste o no a los cuantiosos empleados públicos griegos (multiplicados por tres desde el retorno a la democracia en 1981) y a los "indignados" de diversas latitudes y nacionalidades.

El otro actor del drama. Pero hay que ver también al otro actor del drama, a los acreedores, a los "mercados". ¿Se justifican los enormes montos de los rescates a Grecia para evitar su default? (son 110 mil millones desde el año pasado a hoy, y se preparan otros 90 a 120 mil millones más). Esos montos siderales van de manera casi directa a los bancos privados y fondos de inversión que compraron y comprarán bonos griegos. De hecho, el primer rescate debía durar hasta 2012, pero ya se agotó. Grecia recibe esos fondos al solo efecto de que su Tesoro emita nuevos bonos, que coloca a los bancos, o para pagar vencimientos de bonos ya emitidos. O sea que el dinero alemán, francés, etc, reunido para los rescates va a los bancos privados, atorados de los rendidores pero riesgosos títulos griegos. Es un rescate de financistas privados por el Estado con el dinero de los ciudadanos. No corresponde, claramente. Esto es mucho más que el eufemístico "moral hazard" sajón: es una obscenidad lisa y llana.

Ni los bancos, que aún no pagaron sus culpas por la orgía especulativa de las subprime que estalló en 2008, ni los empleados públicos griegos merecen el esfuerzo de los ciudadanos europeos. Los estatales deben ajustarse el cinturón, con FMI o sin él, y los bancos deben ser castigados como, se supone, lo son las instituciones privadas de riesgo cuando cometen grandes imprudencias, o sea, sufriendo fuertes pérdidas y eventualmente yendo a la quiebra. Pero acá funciona la lógica mafiosa de los bancos de Wall Street en 2008: "¡somos demasiado grandes para caer! ¡Hay riesgo sistémico!" Es una forma de impunidad, de chantaje y de saltarse las reglas de la economía de mercado, o sea, del riesgo, que tanto declaman defender. Por estos días los "mercados" y sus lobbystas son estatistas furibundos. Véase la dura resistencia que ponen, con las agencias de rating a la cabeza, a la participación privada en el segundo rescate griego, por ejemplo.

¿Qué hacer? Lo lógico, sano y razonable. Europa debería limitarse a ayudar a Grecia a renegociar su deuda a plazos largos con muy fuertes quitas para los acreedores (un default concertado, opción que ya nadie descarta), a darle directivas severas e imponerle multas por sus mentiras contables. Y desentenderse de la suerte de la banca privada, que por algo es privada. Se replica que entonces habría "default con los ahorristas", "corralito", para seguir con el paralelo argentino. Pero si varios bancos caen sería una bienvenida purga de un sistema financiero europeo demasiado opaco y siempre muy vinculado a la política y a los favores de los Estados. Allí están de ejemplo las cajas regionales españolas, sometidas recién ahora a su forzada reconversión en bancos; o las muy influyentes fundaciones de los bancos privados italianos, saturadas de política romana. La lista podría continuar.