sábado, 30 de julio de 2011

La crisis de la deuda de EEUU, el lado oscuro de la receta keynesiana

Escribí esta columna para acompañar un informe de domingo sobre la novela del default de EEUU. Por ahí escribo o hago notar algún punto que otros no vieron, como por ej. que esta deuda monumental es producto de la receta expansiva aplicada a partir de la crisis de septiembre de 2008.


Más allá de que negarse a otorgar un nuevo aumento del techo de deuda pública en EEUU sería criminal, las cifras en baile hablan por sí solas. Si este martes EEUU entra en default, sólo en agosto el Estado federal (“gobierno”) tendrá un faltante de 134 mil millones de dólares. El techo de deuda actualmente a punto de vencer es de 14,4 billones de dólares, o sea casi igual al PBI (al 98,6% del PBI de 2010, que fue de 14,66 billones, según datos oficiales).

En este momento, la deuda pública aumenta a un ritmo aproximado algo inferior al 10% mensual. En 2007 la deuda era de 60,8% del PBI, hoy roza el 100%. Este crecimiento se alimenta de un déficit fiscal que parece no tener fin a la vista (ver gráfico en esta página) y para este año se ubica en un estimado oficial superior al billón de dólares, un 11% del PBI. Una situación insostenible por donde se la mire.

Ahora bien, ¿cómo es que EEUU llegó a este cuadro tan crítico? Veamos un poco: cuando estalló la crisis financiera en septiembre de 2008 con la quiebra de Lehmann Brothers, comenzó una emisión al galope de dólares y de deuda pública para evitar otras debacles semejantes. Fue el “stimulus plan”, el plan de estímulo de la economía por vía estatal.

Desde los bancos de inversión de Wall Street a la General Motors y las agencias semipúblicas de crédito hipotecario Fanny Mae y Freddie Mac, prácticamente todos recibieron montañas de dinero público. El ritmo y monto de la deuda pública se disparó. Era la receta de manual del neokeynesianismo, con la que todos o casi todos estaban de acuerdo en aquella emergencia: aplicar la palanca del gasto público a fondo ante la recesión profunda de la economía.

Ahora, tres años después, con esta inédita crisis del riesgo de default de EEUU, se ve el otro lado de aquella receta expansionista aparentemente infalible y benéfica. La deuda no deja de crecer, alimentada por un déficit fiscal que parece imbatible. Una vez más, se ratifica que “en economía no hay comidas gratis”, como gustan decir en el gremio. De paso, conviene desmontar un tópico propagandístico de cierto periodismo argentino y regional, que goza indisimuladamente al poder igualar a EEUU con la Argentina de 2001. EEUU, si cae finalmente en default, será por una autolimitación, por una normativa que no tiene ningún otro país del mundo, mucho menos alguno latinoamericano. El techo de endeudamiento se impuso por ley en 1917, en medio de los gastos de la I Guerra Mundial y se perfeccionó en 1939, en vísperas de la II Guerra. De ser Brasil o Francia, EEUU hoy no sería noticia y nadie hablaría de su default inminente. Simplemente, Washington seguiría emitiendo sus siempre requeridos bonos del Tesoro, los T-bonds, comprados por particulares y gobiernos de todo el mundo con avidez. Sólo en círculos de financistas se hablaría del preocupante nivel alcanzado por la deuda pública estadounidense y de las señales de alarma emitidas por las agencias calificadoras de riesgo.